Atrapados en unas prácticas infinitas

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Diego Sánchez Krag ya había realizado unas prácticas curriculares en otra empresa. Pero cuando el año pasado surgió la posibilidad de entrar en el programa de becarios de Accenture, este por entonces estudiante de último curso de Psicología no se lo pensó demasiado. El colchón familiar, sus ganas de aprender y el prestigio de la compañía le animaron a repetir experiencia. Intuía, además, que podría ser la última. “Quería hacerlo lo mejor posible porque sabía —o eso me habían contado— que la posibilidad de incorporación era real”. Tras unos comienzos titubeantes, poco a poco fue ganando confianza y esa opción se fue materializando en el horizonte. “Cada vez me sentía más útil y a gusto con mi puesto. Las responsabilidades y la variedad de tareas que me daban eran cada vez mayores, y eso me hizo sentir que tenía opciones de continuar”. Cinco meses después, ya con la carrera terminada y a sus 23 años, se incorporó como empleado de plantilla al departamento de Recursos Humanos.

Diego puede considerarse afortunado. Un estudio realizado en 2013 por la Comisión Europea, The experience of traineeships in the EU, aseguraba que el 66% de los jóvenes que realizaron prácticas en empresas en España no recibieron ninguna oferta de trabajo a su finalización. Y es que, en ocasiones, lo que debería ser una vía de entrada al mercado laboral se convierte en el primer episodio de una espiral de trabajo precario de la que no resulta fácil salir. “Para muchos jóvenes encadenar distintos contratos de prácticas (ya sea en la misma empresa o en distintas) es su mejor oportunidad para trabajar en el sector que desean, siempre con el objetivo final de conseguir un contrato laboral”, dice Judith Monmany, responsable de Comunicación de Infojobs.

Pasar por unas prácticas es un peaje casi ineludible para acceder a un primer empleo. “El salto directo de la universidad a un contrato indefinido no es habitual, porque para la empresa supone un riesgo comprometerse profesionalmente con un recién graduado que carece de experiencia laboral previa”, argumenta Julio Wais, responsable de Comunicación de beWanted. Una beca supone para la compañía mano de obra económica y entusiasta, mientras que para sus beneficiarios es la oportunidad de seguir creciendo y tomar un primer contacto con el entorno laboral. Judith Monmany reivindica el valor de las prácticas, siempre y cuando se respeten las reglas del juego. “Una empresa no puede olvidar que el primer objetivo de un becario es aprender; debe comprometerse a que alguien del equipo dedique tiempo a supervisar, guiar, motivar y enseñar a esa persona. Asimismo, el empleado en prácticas debe implicarse en las tareas que realiza y mostrar una actitud abierta al aprendizaje”.

Piedras angulares

Formación y acompañamiento son precisamente dos de las piedras angulares de la política de prácticas de Accenture, cuenta Marta López, su directora de Selección en España. La firma incorporó a alrededor de 500 becarios universitarios durante 2017, el 26% de los cuales acabó quedándose. “Nuestros becarios tienen la oportunidad de colaborar en proyectos innovadores para grandes empresas tanto nacionales como internacionales, trabajando en equipo y desarrollando capacidades y conocimientos básicos. Durante las prácticas se les asigna un tutor profesional que vela por su integración, desarrollo y aprendizaje, y es también responsable de hacerles una evaluación de desempeño. Si es positiva, una vez obtenida la graduación y siempre que hayan vacantes disponibles, se incorporan a la compañía”.

Pero no siempre se da ese escenario ideal. Algunas empresas se toman la figura de las prácticas como una mera fuente de contratación low cost. El mencionado estudio de la Comisión Europea denuncia que el 61% de los jóvenes españoles en prácticas no laborales (lo que se conoce popularmente como una beca) no recibe apoyo económico alguno por ese trabajo. Y un 72% de ellos afirmó tener un trabajo equivalente al de los empleados con contrato laboral pero sin los derechos asociados al mismo. Javier Pueyo, adjunto a la Secretaría Confederal de Juventud y Nuevas Realidades del Trabajo de Comisiones Obreras (CC OO), cree que esta situación evidencia un sistema de relaciones laborales precarias encubierto bajo la apariencia de prácticas. “Estamos ante un modelo de tránsito de la formación a un primer empleo caracterizado por la arbitrariedad, el abuso y la opacidad; que no garantiza la formación de los trabajadores y genera desigualdades”.

Julio Wais lamenta la falta de coherencia que muchas veces existe entre los sistemas de reclutamiento de las empresas y sus políticas de permanencia y renovación. “Las ofertas de empleo siguen descartando a candidatos por motivos que no son relevantes en el desempeño de la tarea diaria. Porque cuando llega el momento de renovar contrato u ofrecer uno indefinido a un trabajador junior, no se le evalúa por su inglés o por el 8 que traía de nota media de la Universidad, sino por su actitud, su entrega y sus resultados”.

¿Cómo se rompe esa dinámica de practicas perpetuas? Monmany opina que la vieja fórmula de hacerse visible y “demostrar ganas” sigue siendo efectiva para todo aquel trabajador en practicas con aspiraciones de ganarse un contrato. “Un becario debe afrontar cada tarea como una oportunidad. La mayoría de las compañías valoran a los empleados comprometidos, resolutivos y con capacidad de anticipación. Nadie nace enseñado. Conseguir un contrato no siempre pasa por tener muchos conocimientos el primer día de trabajo, sino por mostrarse proactivo, proponer soluciones y hacer buenas preguntas”.

Fuente: El Pais

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