“La empresa con fines de lucro es, debe ser y seguirá siendo la institución central de la economía moderna. Pero esto no significa que el objetivo de la empresa con fines de lucro sea obtener un beneficio, del mismo modo que nosotros necesitamos respirar para vivir, pero respirar no es el objetivo de nuestra vida”. Me gustó esta frase de un artículo de John Kay en el Financial Times en la edición en papel del 13 de junio de 2016.
Y sigue diciendo: “El objetivo de la empresa es producir bienes y servicios para satisfacer necesidades económicas y sociales, para crear un empleo satisfactorio y remuneratorio, para obtener rendimientos para sus accionistas y otros inversores, y para hacer una contribución positiva al entorno social y físico en el que opera”. No puedo estar más de acuerdo. Solo añadiría que debe conseguir todo eso con eficiencia, aunque está implícita en las palabras de John Kay. Y garantizando la continuidad, donde aparece no solo la sostenibilidad económica, social y medioambiental, sino también la ética.
Vale la pena que insistamos en el objetivo de la empresa, aquello para lo que la empresa está ahí. En muchos lugares, también en España, se ha creado una confusión sobre este tema. Unos dicen que el objetivo es maximizar el beneficio, lo que no tiene mucho sentido: esto puede ser, a lo más, una guía de si la empresa es eficiente o no, desde el punto de vista económico, pero no es una guía definitiva porque, como dice muy bien la economía, esto es así bajo ciertos supuestos… que no se cumplen nunca. Por tanto, la maximización del beneficio no optimiza la eficiencia económica, y, si lo hiciese, tampoco garantizaría la eficiencia social, porque esta depende de variables no económicas.
Pero también vale la pena reivindicar la función social de la empresa con fines de lucro, porque el beneficio es la base para remunerar el ahorro y conseguir eficiencia económica en la inversión. Marx sigue vivo, pero sus ideas no hacen mucho bien.