La revolución de la Economía Colaborativa

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índiceEn los ochenta meterse en un coche para recorrer 700 kilómetros con un desconocido era cosa de jovenzuelos sin recursos con ganas de hacer turismo barato. Una mochila, un cartón y un rotulador para escribir el destino era suficiente para llegar desde una gasolinera de Getafe hasta las playas de Bolonia. Hoy, en su versión digital, compartir coche para viajar es lo más habitual, lo más económico y -probablemente- lo más inteligente para un número cada vez mayor usuarios. Es lo que se denomina “consumo colaborativo”: compartir los costes de un servicio (desde vehículos o casas hasta energía eléctrica) sin ser necesariamente el propietario del mismo.

El concepto fue popularizado en un libro publicado en 2010 y cuyo título es suficientemente explícito, “What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption” (lo que es mío es tuyo: el aumento del consumo colaborativo). Escrito por Rachel Botsman y Roo Rogers, el ensayo arrancaba con la irracional tendencia consumista que esquilma nuestro planeta; y lo hacía con un ejemplo devastador: “Un niño nacido ahora en una familia de clase media americana consumirá en sus primeros ocho años de vida dos millones y medio de litros de agua, la madera de mil árboles, 21.000 toneladas de petróleo, 220.000 kilos de acero y 800.000 vatios de energía eléctrica (…). Si todas las personas vivieran como lo hace un niño medio americano, necesitaríamos cinco planetas para sustentarlos durante toda su vida”. Estos datos pueden leerse -siempre hay más de una forma de leer las cosas- como una entrega al nihilismo o como una llamada al cambio necesario. Y así ha sido como lo ha entendido Rachel Botsman, quien ha hecho de la expansión de la economía colaborativa su gran proyecto vital.

El pensamiento de Botsman, sus análisis y lecturas sobre estos nuevos modelos económicos, necesariamente ligados a la tecnología e Internet, le han llevado a convertirse en una prestigiosa conferenciante y asesora de numerosas empresas e instituciones. Cambiar un modelo no es sencillo, pero Botsman confía en que seremos capaces de hacerlo: “creo que estamos en el inicio de una revolución colaborativa que será tan importante como la revolución industrial”, asegura. Y ojalá acierte… porque nadie parece tener un plan B.

Fuente: El País (Vodafon One)

En su comentario, Daniel sugiere ver el siguiente vídeo:

 

3 comentarios en “La revolución de la Economía Colaborativa”

  1. Daniel Copa Ortega
    Daniel Copa Ortega

    Las personas poseemos bienes que apenas usamos y muchas veces se quedan obsoletos antes de utilizarlos. El consumo colaborativo tiene como fin reinventar acciones tradicionales de compartir y reinventar su metodología para lograr dar sentido a la palabra “comunidad” y a la frase ” reducción del impacto ambiental”.
    Es necesario una consolidación para aumentar la calidad del servicio, una evaluación profunda del consumo, una integración básica y sobre todo una maduración en temas legislativos y tributarios puesto que este tipo de economía presenta un gran vacio legal.
    Aquí os dejo una entrevista a Rachel Bostman, la cual cita este mismo artículo, que es la principal impulsadora de esta actividad colaborativa:
    https://www.ted.com/talks/rachel_botsman_the_case_for_collaborative_consumption?language=es?utm_source=tedcomshare&utm_medium=referral&utm_campaign=tedspread

  2. Guillermo Montero Raya
    Guillermo Montero Raya

    Me parece un recurso ideal este auge de la economía colaborativa, ya que muchas veces es la única solución para los consumidores con pocos recursos, y no solo consumidores sino también incluso productores con pocos recursos, ya que en el caso de Blablacar el beneficio es recíproco en ese sentido. Además, en un entorno socioeconómico tan inestable y con tanta precariedad, este tipo de economía no tiene más salidas que triunfar.
    Sin embargo le veo una pequeña laguna que supongo poco a poco se va solucionando y es la de la atribución de valor al servicio en sí, es decir, la necesidad (en mi opinión) de una escala para medir cuánto vale un servicio y cuánto no vale. Eso ocurre cuando se le atribuye un precio X a un servicio, que aunque muchas veces el precio no se corresponde con la calidad o el valor del servicio, al menos usamos una variable numérica para cuantificar el servicio. Pero en la economía colaborativa, no siempre se da esta circustancia, y se puede generar la idea de que un servicio que se pueda adquirir, no cubre el valor del servicio que yo pueda dar (o viceversa), con lo cual la falta de entendimiento en algunas actividades en las que esto ocurra, dentro de la economía colaborativa, es un problema a solucionar. Pero desde mi punto de vista, hay muchos métodos que pueden solucionar este tipo de problemas y con el tiempo cada servicio irá perfeccionando alguno con el fin de garantizar un buen intercambio de servicios en esta economía colaborativa.

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