Mitumba, moda de segunda mano para África

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Muchos africanos visten ropa usada o invendida en los países occidentales, recogida en su mayor parte por organizaciones humanitarias o empresas dedicadas a la recuperación para el mercado de segunda mano.

“Mitumba” (fardos, en swahili) se llama esta mercancía en África oriental, el principal destino. Las importaciones de prendas de segunda mano han crecido mucho allí en las dos últimas décadas. En 2015 alcanzaron un valor de unos 150 millones de dólares. Además de vestir a la gente modesta, la mitumba da trabajo a transportistas, mayoristas y vendedores. Gikombo, en Nairobi, probablemente el mayor zoco de mitumba en toda África, da de comer a unas 65.000 personas, que pueden ganar el equivalente de 9 euros diarios, diez veces más que el sueldo medio en la zona.

La mitumba se terminará en 2019, si la Comunidad de África Oriental, unión aduanera compuesta por cinco países (Burundi, Kenia, Ruanda, Tanzania y Uganda), lleva a cabo su plan de prohibir las importaciones de ropa de segunda mano. El objetivo es que renazca la industria textil propia, que en los años 70 empleaba a medio millón de personas y hoy está prácticamente desaparecida. Pues a partir de los años 80, con la crisis de la deuda, los países africanos tuvieron que abandonar sus políticas proteccionistas, y las empresas nacionales no pudieron hacer frente a la competencia.

Hará falta que la pérdida de empleos que causará el veto a la mitumba se compense con otros nuevos y mejor pagados en fábricas. Pero la prohibición no lo conseguirá por sí sola, advierte Andrew Brooks, autor de un libro sobre el tema (Clothing Poverty: The Hidden World of Fast Fashion and Second-Hand Clothes). De poco servirá parar la mitumba traída de Occidente si es sustituida por ropa nueva barata procedente de Asia. Habrá que controlar las fronteras, dar incentivos a las exportaciones, así como mejorar las infraestructuras de suministro, producción y distribución. Y la prohibición debe ser gradual, para que no se resientan tanto los bolsillos de los pobres que compran mitumba.

Para ellos, la mitumba ha supuesto una mejora real, aunque desde otro punto de vista parece injusto que las sobras del consumismo en los países ricos inunden los mercados de los países pobres y hundan su industria. Sin embargo, la industria africana servía mal a los pobres: era ineficiente, fuente de ganancias para políticos corruptos y producía ropa cara, dice a Aceprensa Javier Aranguren, que conoce la situación por haber vivido en Kenia. “La diferencia, desde que hay mitumba –señala–, es que la gente en Kenia viste bien y ya no va con andrajos”. 

Fuente: Aceprensa

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