“La primera causa de muerte en los jóvenes no son los accidentes de tráfico, es el suicidio y está muy relacionada con las adicciones a las pantallas”. Son palabras del doctor Miguel Ángel Martínez, catedrático de salud pública de la Universidad de Navarra y de Harvard, en su último libro “Salmones, hormonas y pantallas”. Con tono desenfadado y con referencias a la cultura popular y con ejemplos de la vida real, el doctor lanza un aviso contundente, basado en datos científicos, con el propósito de mejorar una salud pública gravemente amenazada.
Como sugiere, los salmones presentes en su título, este es un libro que va a contracorriente; porque trata de cambiar el ambiente social, sobre algunas tendencias relacionadas con la sexualidad, que tratan de imponer su versión más física, adictiva, irresponsable y despersonalizada. Así ha avanzado siempre la salud pública, contra la corriente de unos estilos de vida tan extendidos como peligrosos. El autor expone sus premisas al comienzo del libro: «Cada persona es libre de elegir sus opciones. Pero sí deseo dar información y argumentos para que esas decisiones estén bien informadas».
El masivo acceso a pornografía a través de móviles y otros dispositivos con conexión a internet, está inundando los cerebros de niños, adolescentes y jóvenes con contenidos explícitos de violencia sexual. Ante esta situación, se ofrece un arsenal de remedios y soluciones frente a esta oleada creciente de daños para la salud relacionados en gran parte con aspectos desenfocados de la sexualidad tan presentes en las redes sociales.
El libro representa un cántico de admiración hacia esos jóvenes silenciosos y fascinantes que han sabido integrar la sexualidad en un proyecto personal a largo plazo, sin dejarse seducir por la visión trivial y precoz que les quieren vender los mercaderes del sexo. A esos jóvenes que nadan a contracorriente les llama salmones. Escaparon sabiamente del absurdo lema imperante «fotocopio, luego existo».
El autor ofrece un rico argumentario para apoyarles intelectual y emocionalmente en su ascenso río arriba. La propuesta –»revolución de los salmones»– es valiente y va a los terrenos espinosos en los que nadie se suele atrever a entrar: educación sexual aberrante, relaciones promiscuas de todo tipo, etc. En cierto sentido, hay páginas que podrían calificarse de «incendiarias». Pero detrás de ellas se descubre el estudio riguroso de la evidencia científica.
Este artículo ha sido publicado en el Diario de Almería