Cabronazgo: las malas formas de despedir

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De nuevo escribo sobre la falta de ética que se percibe en el sector alimentario, al igual que en otros. Cuando saco este asunto tabú, más de uno se pone en modo negacionista. Como si las corruptelas y la falta de profesionalidad y de ética fueran exclusivas de otros ámbitos en los que se reuniesen, ex profeso todos los malos para poder obrar a sus anchas como tales…

Sin desmerecer lo bueno de este querido sector, que es mucho y sobradamente pregonado por instituciones y medios, hoy quisiera comentar lo que últimamente parece convertirse en habitual: feos e innobles comportamientos a la hora de despedir. Difíciles de explicar. Y últimamente se han multiplicado.

No quiero entrar en las causas, pues cada despido tiene las suyas, ya sean objetivas (malos resultados, escaso encaje, poca capacidad de movilizar, agotamiento, pérdida de motivación o disfuncionalidades varias del “penado”…) o subjetivas (el clima o confianza deteriorada o la habitual tabla de salvación que puede suponer cortar algunas cabezas para evitar que caigan otros de más arriba…). Me centro en lo que algunos se esfuerzan en catalogar como accesorio, siendo esencial y principal: las explicaciones y las formas que acompañan a la comunicación.

A más años de servicio se entiende que también mayor compromiso con la buena educación y el respeto. Sabemos bien que estamos hablando de contratos y que como tales han de tratarse… si bien es bueno recordar que, en sus orígenes, la mayoría de ellos no se habría cerrado si no se hubiese puesto cierta dosis de buen rollo, sonrisas y complicidad.

Si por ejemplo llega una orden de pura reestructuración desde Londres, Roma o Bruselas, habrá que cumplir con ella. Por dolorosa que sea. Pero dando la cara y mirando a los ojos. Es un momento casi sagrado que merece esta consideración. Los seres humanos merecemos ser tratados sin excepción como tales.

Comentado con amigos CEO’s a que les ha tocado despedir mucho: hay que explicar con serenidad y detenimiento las causas. Más allá de la buena educación debida, alivia a las dos partes. Lo contrario es zafio y escasamente ético. No nos dejemos llevar por ello.

Y, por cierto, esto no va de multinacionales, ni de fondos de inversión, ni de sectores industriales: la maldad (el “cabronazgo”), tal como se ha comentado al principio, habita en las personas y no en las empresas.

Antonio Agustín para Food Retail & Service

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