En gran medida, hablar en público y conseguir que te atiendan depende de que seas capaz de captar la atención de los espectadores y de que la mantengas hasta el final. A mi juicio, la palabra que mejor sintetiza lo que quiero decir es control. Soy consciente de que el término es poco popular y de que a muchos les sugerirá conceptos tan poco  atractivos como tiranía, dictadura o manipulación. No obstante, permíteme explicarte por qué pienso que es tan importante que siempre que hables en público tú seas quien mantenga el control en todo momento.
¿Es arriesgado que el público participe?
Siempre que intervengas en un acto donde el público pueda tomar la palabra o actuar por su cuenta, corres el riesgo de perder el control; por ejemplo, en un taller de formación que fomente la participación de los asistentes o en un turno de preguntas al término de tu conferencia. Muchos objetarán que en realidad no hay nada que temer, pues dar cabida a lo espontáneo e imprevisto, especialmente si procede del público, vuelve el acto de comunicación más fresco y memorable. Y puede ser verdad, pero también lo es que un espectador que acapara el micrófono e impide que los demás pregunten, o que resulta tan gracioso que todos se desternillan cada vez que abre la boca, te obligarán a emplearte a fondo para reconducir la atención de todos hacia el acto de comunicación que estás construyendo y hacia tu mensaje.
Recuerda mantener el control en estos momentos
Hay tres momentos concretos en que deberías poner especial cuidado para no ceder tanto el control de los acontecimientos a los espectadores que llegues a perderlo:
1. La entrega de documentos
Si vas a entregar documentación complementaria, hazlo al final. Así evitarás que la hojeen mientras estás hablando y dejen de prestarte atención. Si te ha ocurrido esto alguna vez, sabes lo incómodo que resulta ver que, de repente, todos dejan de atenderte y se enfrascan en la lectura de algo que les has dado para que lo lean en casa.  La excepción a este consejo es, claro está, documentación que deban revisar contigo durante tu intervención, en cuyo caso tú mismo dirigirás su atención a las páginas, los párrafos o los gráficos que te interesen.
2. El turno de preguntas
El turno de preguntas es el momento en que dejas de ser el monarca absoluto y das paso a la democracia. Aquí, el público asume el control. Tendrás que ser capaz de apremiar al que se demore, de interrumpir al plomo que quiere pronunciar su propio discurso y de salir airoso de las preguntas incómodas. Yo siempre invito a que las preguntas se hagan al final de mi intervención, salvo que se trate de una charla-coloquio donde disponga de tiempo suficiente para responder las preguntas del público según vayan surgiendo.
3.Ejercicios, juegos y participación del público
Siempre que invites a los espectadores a hacer ejercicios en grupos, controla muy bien el tiempo que dedicas a cada uno. Cuando se agote, redirige su atención sin demora hacia lo que debas explicarles.