Hace más de 50 años, cuando estaba haciendo la tesis doctoral y me preparaba con ilusión para ser profesor universitario, un profesor ya veterano me hizo una pregunta que me sorprendió: ¿Tú quieres ser un buen profesor universitario? Le contesté afirmativamente con la cabeza. Entonces me dijo algo que siempre he tenido muy presente. “Si quieres ser un buen profesor universitario, tienes que querer a tus alumnos”. Ante mi cara de sorpresa, continuó: nunca los consideres un nombre o un número de una lista de clase. Son personas, que merecen respeto y cariño. El cariño lo tienen que notar, sobre todo cuando los escuche con atención sus dudas y problemas. Tienes que ponerte en su lugar, confiar en ellos más que 100 notarios juntos. Si alguno te engaña no te preocupes. Tendrás que trasmitirles que cuando se miente o se engañe se hace daño a sí mismo”.
Me habló mucho de la necesidad de inspirar confianza a los alumnos. La confianza no puede imponerse. Se inspira con mucha paciencia, poco a poco. Cuesta mucho y se puede perder muy pronto, a veces por detalles que parecen que no tienen importancia. Sin confianza los alumnos no cuentan sus problemas, dudas y dificultades. Cuando hay confianza, se tratan todo tipo de temas. También todo lo que les preocupa, tanto en el terreno personal como familiar. Como es lógico, hay temas que siempre se repiten en los jóvenes: el futuro profesional y personal, la felicidad y también temas de más calado como el sentido de la vida.
Mi vida como profesor universitario, siguiendo estos consejos, ha sido un camino gozoso. Con dificultades, con momentos malos y a veces se sufre. Pero cuando pasan los años y se hace balance, el saldo es muy positivo. Tengo muchos amigos y se me alegra el alma cuando me localizan por Internet algunos antiguos alumnos desde países lejanos o de otras regiones. Recientemente, he tenido la alegría de hablar por videollamadas con países como Irlanda y Uruguay, con Galicia, Granada y por supuesto Alcalá de Henares, en cuya Universidad me he jubilado.
Si se inspira confianza, la comunicación se hace más fluida. Se pregunta durante las clases, sin miedo al ridículo. Surge con naturalidad la ayuda a conocer y profundizar en la materia de la asignatura, a comentar los proyectos e ilusiones, los fracasos o los bajones de ánimo. En esa confianza se influye mucho con el ejemplo. Una experiencia gratificante se tiene cuándo se descubren emprendedores. He visto cómo algunos luchaban con ilusión por desarrollar proyectos empresariales. Unos triunfaban y otros fracasaban. Los emprendedores, al menos esa es mi experiencia, se encuentran muy solos, les falta ayudas de todo tipo: necesarias para desarrollar el proyecto financiera, jurídica, laborales: todo.
Quiero terminar con un resumen de mi experiencia. Para inspirar confianza, es muy importante ser sinceros, transparentes, confiar en la personas. Saber escuchar con atención y cariño. Hay que infundir optimismo, esperanza en el futuro, ser coherentes y enseñar a descubrir lo positivo de las realidades y de la personas, que siempre existen.
Este artículo se publicó en el Diario de Almeria