Ahí estaban. Hacía años que no los veía porque nuestra percepción es selectiva y cuidadosa. Pero el otro día, cuando fui con mi hija de tres años al supermercado, según sus propias palabras, me di cuenta de que seguían existiendo. Los huevos kinder son un prodigio de supervivencia. Creo que son de los escasos juguetes- alimentos que perviven desde que yo era pequeño. Y siguen siendo iguales. Mi hija los divisó y yo no pude evitar comprarle uno.
Luego leí en la wiki que se crearon en 1974. Que algunos países tienen prohibida su venta, como los EE.UU o Chile, por diversos motivos. Pero en Europa siguen teniendo el tirón necesario para que estén en todas las tiendas de alimentación. Situados en algún lugar estratégico, junto a las cajas, allí perviven. Y van a cumplir medio siglo. Son ya una reliquia de los tiempos anteriores a Internet.
La anécdota de los kinder me ha servido para pensar en aquello que hace que un producto sea bueno, sea percibido como bueno y se mantenga en el tiempo. Sin duda, las respuestas aparecen siempre por el lado de la comunicación. Creo que todos sabemos qué es ese huevo: qué tiene, qué contiene y hasta cómo sabe y cuáles son sus colores. No engaña a nadie y a nadie deja insatisfecho. Es una gran ejemplo de comunicación de un producto y de una empresa.
Identificar un producto y saber qué es. Conocerlo. Apreciarlo. ¡Comprarlo! Todos estos pasos se dan en nuestra mente, en nuestras decisiones de compra. Es ese complejo mundo de las percepciones, de nuestros sentidos y nuestras capacidades psicológicas. Un universo que solo se activa por medio de un concepto: comunicación.
Comunicar es llegar al otro. Y que ese otro, el receptor, llegue de vuelta a nosotros. Nada más y nada menos que eso. En este proceso hay mil historias. Como la del huevo kinder. O la de cualquier proyecto empresarial y de emprendimiento. La vida es comunicación, intercambio. Y, sin embargo, a la hora de enfocar un proyecto de negocio se suele dejar en un segundo plano este ámbito, que es decisivo.
Dice una sentencia clásica de la teoría de la comunicación que “es imposible no comunicar”. Añado: ninguna empresa puede existir tampoco sin comunicar. Aunque no quiera. El reto es adecuar esa comunicación a lo que queremos ser, al servicio que vamos a ofrecer o al producto que vayamos a vender. No se puede emprender sin comunicar. En Ferrero, la empresa italiana de los kinder, ya lo entendieron hace mucho tiempo.
Por cierto, el juguete que había dentro del huevo sigue siendo tan absurdo como siempre.
Francisco Pérez Valero, periodista
https://www.linkedin.com/in/pacoperezvalero/