Ser madre nunca ha sido fácil. Hoy a todos los sacrificios que implica ser madre debemos añadir el desprestigio al que está sometida la maternidad en términos generales. Así como la ausencia de medidas razonables para integrar la vida familiar y laboral. Sin embargo, a pesar de las dificultades, hay mujeres generosas, que se sacrifican sin limitaciones por amor a sus hijos. Algunas, como Isabel, deciden a adoptar a dos niñas que se encontraban necesitadas del cariño de una madre.
Isabel ha tardado 20 años en sentirse madre de dos niñas chinas. Tuvo que esperar 10 años para recibir a Celia, la mayor, que tiene ya 20 años, y nueve años para que llegara la pequeña Julia. La noticia de que le habían asignado una niña de 17 meses, le llegó un Día de Reyes. Isabel ha contado su historia en una red social. Te copio algunos párrafos que reflejan su cariño de madre.
Después de recibir la noticia, empezó una lucha entre mente y corazón. La primera me decía que no era el momento, que no era responsable traer una niña a mi vida en mis circunstancias. El segundo, me insistía en que, pese a todo, sería bueno para las dos. No podía dejar de recordar su carita. Cuántos nervios y lágrimas. Aunque estaba llena de dudas, finalmente, se impuso el corazón.
Así, un 24 de febrero del 2014, el día que cumplía 18 meses, me encontré en Nanking (China). Al verme, las cuidadoras le dijeron algo a la niña de lo que únicamente acerté a entender «papá y mamá». Entonces, el corazón me dio un vuelco como si hubiese recibido un flechazo y me enamoré. A continuación, la cogí en brazos y la besé. Y desde entonces no he podido dejar de abrazarla y besarla.
Con Julia llegaron la alegría, el caos, las canciones, las risas, las lágrimas, las sorpresas, los problemas, la complicidad, una conciencia más profunda de lo que significa ser madre, un amor inmenso y la vida misma. Durante mucho tiempo y aún hoy, al dormir le cojo su manita para sentir que es real y no pensar en dejarla. Fue y es mi «seguro de vida».
Han pasado diez años y muchas cosas han cambiado. Pero, lo único que no ha cambiado ni cambiará, así pasen cien años, es el sentirme profundamente honrada y agradecida por el hecho de que Julia me adoptase como su madre.
Esta historia me recuerda el último libro de María Calvo, titulado «Orgullo de madre» (Ediciones Rialp) en el que habla de ‘maternizar’ la sociedad. Para ello, las mujeres deben amarse a sí misma, amar la vida y convertir la ‘culpa’ de ser madre en el «orgullo» de serlo.
Este artículo se publicó en el diario de Almería