En este blog, hemos tratado con frecuencia del Marketing de ideas y valores. Hay algunas aplicaciones del Marketing que trasmiten ideas y valores que influyen en las convicciones y estilos de vida del público objetivo al que se dirigen. Principalmente, el medio más adecuado son las estrategias de comunicación. Un caso evidente son las acciones de comunicación del Marketing Político. También las estrategias del Marketing Social van dirigidas a modificar actitudes de determinados segmentos de la población.
Hablar de valores es hablar de personas, es decir de un ser relacional y social por naturaleza que posee emociones, razón y libertad. En esas relaciones se forman los grupos sociales y, por tanto, reflejan las tendencias culturales que predominan en la sociedad.
Es cierto que vivimos en una sociedad donde predominan los comportamientos emocionales. Las emociones son reacciones psicofisiológicas que se producen como forma de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo importante. Esto es lo que explica que cada vez la publicidad sea más emocional. Una persona cuyo comportamiento está determinado por las emociones es más fácilmente influenciable por los mensajes emocionales que recibe. Esto se pone de manifiesto, por ejemplo, en el comportamiento del consumidor donde las motivaciones emocionales predominan y destacan sobre las racionales.
Recientemente, se ha publicado un reportaje en La Vanguardia con un título muy sugerente: “Educar la emoción“. En dicho artículo se indica que “manejar bien las emociones es un asunto considerado muy importante por millones de personas que de adultos entregan su tiempo y dinero con la finalidad de mejorar su bienestar, como si se arrastrara un aprendizaje incompleto del pasado. Baste ver lo que ocurre en la política cuando se está en desacuerdo, cuando se polariza el discurso, cuando enfada lo que dice el otro. O el propio sentimiento que genera la diferencia.
Ante la imprevisibilidad de las consecuencias de ciertos discursos que quieren anular la complejidad de la realidad, la OCDE está trabajando para que se implante en las escuelas la gestión emocional, como parte de una competencia global que abarcaría otros aspectos (capacidad de cooperar, creatividad…, etcétera). Se está diseñando la forma de evaluar a los adolescentes de 15 años de 73 países, algo tan inasible como la asertividad, la perseverancia, la capacidad de comunicarse, el control de las emociones, la empatía, la motivación, la tolerancia… Esta evaluación tendrá la misma categoría que el rendimiento obtenido en matemáticas, lectura o ciencia.
Las emociones están centrando la educación. Canarias introdujo hace cinco años la asignatura de competencia emocional para sus alumnos de primaria. Y muchos proyectos escolares tienen en el centro de su propuesta la inteligencia emocional. Debido a la detección de esta necesidad, en la Universidad de Barcelona se imparte desde el año 2002 el postgrado en Educación Emocional y Bienestar. Rafael Bisquerra es el director así como uno de los mayores investigadores españoles en esta temática. Su máster está dirigido a graduados que quieren impartir clases en institutos. “Hay distintos modelos para la puesta en práctica de la educación emocional: actividades, tutoría, programas estructurados, integración curricular, transversalidad, modelo comprensivo… La opción de Canarias es una de ellas que podrá gustar o no. Lo importante para la eficiencia de la educación emocional es la sensibilización y la formación del profesorado”.
En el reportaje, escrito por Carina Farreras, se recogen opiniones de varios expertos. Unos a favor y otros en contra de la educación emocional. En general todos consideran que la implicación del profesorado de infantil y primaria es mucho mayor que en secundaria, donde las consecuencias de una mala gestión emocional, son, naturalmente, mayores. Los profesores, especialistas de materia, no se forman en educación emocional. Esa es la gran asignatura pendiente.