Desciende la natalidad, desciende la mortalidad y aumenta nuestra esperanza de vida. España envejece, Europa envejece, el mundo envejece y ligados a este hecho se señalan las negativas consecuencias de este envejecimiento para la sociedad, se apuntan los múltiples problemas económicos y territoriales futuros que de él se derivan y hasta se anuncian futuros conflictos intergeneracionales.
Las estadísticas preocupan: las tendencias demográficas apuntan que en los países desarrollados el 20% de las personas tiene más de 65 años en la actualidad y que esta cifra podría elevarse hasta el 35% en 2050 y llegar a alcanzar en España el 40%, lo que nos convertirá en el país más envejecido –también más longevo– del mundo. La repercusión presupuestaria de estos datos sería que el gasto en asistencia sanitaria en la UE pasará del 6,9% al 8,3% del PIB, y en muchos países, entre ellos España, el pago de las pensiones superaría el 50% del total del gasto público.
La pregunta es: ¿puede tener el envejecimiento consecuencias positivas en el plano económico? ¿Puede ser el envejecimiento una oportunidad, más que un problema económico? Y en este caso, ¿qué sectores podrían verse más beneficiados?
Para responder estas preguntas, se pueden encontrar muchas respuestas. Esto es lo que se hace en un artículo de Pedro Reques Velasco es catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria publicado en CincoDias. Te aconsejo que lo leas completo, porque resulta muy sugerente. Ahora te copio algunos de sus párrafos más significativos.
La Comisión Europea ha reflexionado sobre este enfoque y ha articulado el concepto de silver economy o economía plateada y lo ha incluido como una de sus prioridades más importantes. En un reciente informe desarrollado por el Grupo Technopolis y Oxford Economics, se define la silver economy como “la suma de toda la actividad económica que sirve a las necesidades de personas de 50 años o más, incluidos los productos y servicios que compran directamente y la actividad económica adicional que genera este gasto”, abarcando tanto las actividades económicas relacionadas con el consumo como con la producción y el comercio de bienes y servicios, públicos y privados, para personas mayores.
Sin embargo, los mayores son un colectivo no homogéneo, susceptible de dividirse, como plantea la Comisión Europea, en tres grupos: los activos, los dependientes y los frágiles. Quienes integran este último grupo son principalmente demandantes de servicios asistenciales, en tanto que los activos, por el contrario, son más susceptibles de servicios y productos más relacionados con el ocio y el tiempo libre.
El primer ámbito económico que se verá favorablemente afectado por el envejecimiento de la población es el consumo. Se ha constatado que la franja de personas de más de 60 años consume en los supermercados más que las personas de 25 a 30 años, y al igual ocurre con los viajes: en España, el gasto medio de una persona mayor de 60 años durante sus vacaciones, según el Cenie (Centro Internacional sobre el Envejecimiento), es de 511 euros, mientras que personas con una edad inferior invierten de media 382 euros.
Junto al consumo, además del ocio y los viajes, cabe señalar también la vivienda y las mejoras que la domótica puede aportar, los transportes más adaptados, más cómodos y más seguros, y el comercio, en general, que se vería beneficiado por la existencia de una demanda creciente, con mayor poder adquisitivo y fidelizada.
A los servicios bancarios, por su parte, el envejecimiento les estimulará a ser mucho más especializados y personalizados y a enfocar las finanzas y seguros cada vez más a la gestión del patrimonio en aras a conseguir la máxima rentabilidad y garantizar un mayor nivel de vida. En relación con la actividad bancaria cabe señalar el controvertido tema de las hipotecas inversas, un producto financiero que permite al cliente disponer de parte del valor de su vivienda utilizando esta como garantía.
Otros ámbitos que se verán beneficiados son el laboral o el de los servicios de salud, por ejemplo. En definitiva, más que considerar el envejecimiento y la longevidad como un problema hay que entenderlos como una oportunidad. En el plano del marketing, del consumo o de las finanzas, sin duda es una oportunidad, pero ¿lo es también en el plano social? ¿Una sociedad en la que su clase media está cada vez más descompuesta y debilitada puede hacer frente a estos retos? ¿Puede aprovechar estas oportunidades? Y si lo puede hacer, ¿qué grupos sociales serán económicamente capaces?
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Ver también los artículos de Juan Carlos Alcaide y su intervención en un reciente evento organizado por la Asociación de Marketing de España y BBDO España sobre “Silver Economy: un nuevo enfoque de la experiencia de cliente”