El liderazgo humanista es el eje central sobre el que gira el modelo de liderazgo que he desarrollado a lo largo de cientos de intervenciones formativas con miles de profesionales desde que comencé en 1998 en ámbitos de formación para empresas. (“Ser Ejemplo. Pequeños grandes líderes”, 3ª Edición, EUNSA Editorial Universidad de Navarra.)
Parto de la base de que la principal manera de liderar es desde el ejemplo. Para confirmarlo hay una frase que lo resume claramente: “la palabra convence, el ejemplo arrastra”. En este sentido cabe abrir una puerta a la permanente reflexión por parte de todos nosotros. ¿Qué hace que el liderazgo humanista esté adquiriendo tanta relevancia?
Para responder a esta pregunta debemos desprendernos de los cargos y las responsabilidades profesionales, para dar espacio a la dimensión humana que es común a todos nosotros. El liderazgo humanista llena las necesidades intangibles y profundas del profesional actual, ese que cuando llega a su casa está cansado y con frustraciones; o también de aquellos que al abrir la puerta comparten sus éxitos y satisfacciones.
La premisa de la que partimos es que toda persona, para traer a la superficie lo mejor de sí misma en términos del potencial que tiene aún latente en su interior, tanto para su vida profesional, como privada, necesita satisfacer tres grandes necesidades: afecto, re-conocimiento y actitud positiva.
- El afecto entendido como el trato respetuoso, cercano, cálido, sincero y con limpieza de intención que hace que comprendamos que somos acogidos.
- El re-conocimiento, como la habilidad de conocer y volver a conocer a nuestros interlocutores en cada ocasión en que interactuamos con ellos, despojándonos de la ceguera que produce las tan dañinas etiquetas y los prejuicios adquiridos inconscientemente. Se trata de conocer a las personas y descubrir su talento por mirarlos con ojos limpios. En paralelo, se trata de conocernos a nosotros mismos para ofrecer lo mejor que tenemos y cultivar esas interacciones.
- La actitud positiva para mirar con la mejor mirada las circunstancias que tengamos que afrontar y poner así en juego nuestras mejores capacidades, habilidades, experiencia y disposición a la acción. Esta actitud positiva envolverá nuestro desempeño.
Sin embargo, debemos ser muy conscientes de que nos movemos en un contexto social y profesional que ha tergiversado una premisa fundamental del ser humano y que está impresa en la ley natural del hombre: el ser humano fue creado para amar y ser amado y las cosas son creadas para ser utilizadas, y estamos comprobando que, por desgracia, estamos amando las cosas y utilizando las personas, lo que está causando tremendas heridas emocionales que afectan al rendimiento de los profesionales.
Así, ante la dura realidad actual en los contextos profesionales, cabe una solución que pasa por desplegar cuatro metacompetencias esenciales de manera continuada y constante.
- Mentalidad positiva.
Consiste en mirar con la mejor mirada posible la realidad en la que estamos inmersos, igual que un efectivo del SAMUR mira el siniestro en el que tiene que intervenir para poner en juego y al máximo todas sus capacidades, recursos personales, profesionales y experiencia para desarrollar su labor de la manera más exitosa posible. Solemos quejarnos de que la realidad nos impide ser tan positivos como nos gustaría y por ello acabamos rehenes de una negatividad dominante que fomentamos entre todos. Podemos y tenemos la responsabilidad de alejarnos de modelos mentales que nos conducen al cultivo de basura mental -pensamientos de baja utilidad que nos generan malestar- para desarrollar pensamientos constructivos y de impulso –pensamientos de alta utilidad que generen bienestar– y así introducirnos en un modelo mental positivo.
Se trata de mirar con mejor mirada las circunstancias, los acontecimientos y las personas que nos rodean para relacionarnos con ellas desde una actitud de fondo que responda a esta afirmación: “nada que venga de fuera puede contaminarme, solo lo que sale de mí lo hace”.
- Coraje ante la adversidad.
La palabra coraje tiene la raíz cor-, que alude a corazón. Aquí cabe reflexionar sobre cómo hacemos las cosas cuando ponemos corazón o cuando evitamos ponerlo. Hacemos las cosas de verdad y con plena entrega de capacidades, actitud y experiencia cuando ponemos la combinación de inteligencia y voluntad. El coraje se vertebra sobre tres elementos: la convicción de que hay elevadas probabilidades y posibilidades de que la labor será un éxito respecto a personas, proyectos y circunstancias; la esperanza de entender que requerirá de un tiempo determinado para de materializarlo; y la acción continuada con perseverancia, para contribuir y favorecer que se haga realidad.
Así, todo profesional que se precie, ocupe o no posiciones de responsabilidad, debe poner luz en el camino de las personas con las que trabaja, inspirándoles a superar la queja y el victimismo, o la apatía y el pasotismo. También deberá evitar las caídas propias o de su equipo en el stress y la ansiedad, fomentando el despliegue del coraje, el motor de superación que resulta cuando desplegamos la mejor actitud durante el mayor tiempo posible.
- Vive las virtudes humanas.
Es el ámbito más íntimo del ser humano. Nadie sabe el coste que tienen los valores humanos universales, pero todos conocemos el precio que estamos pagando por dejarlos de lado y negarnos a desplegarlos en el día a día. Debemos tener muy presente que los sólidos valores humanos no pasan de moda, son intemporales porque pasan de generación en generación, responden a la ley natural del hombre, son transculturales y los desarrollamos a medida que los desplegamos.
Valores como honestidad, honradez, coherencia, paciencia, lealtad, compromiso, aceptación, generosidad, confianza, coraje, humildad, justicia, responsabilidad y libertad son esenciales para brillar sin necesidad de ser estrella.
Por ello es importante “saber dónde vamos y dónde quieren ir los que trabajan con nosotros; y combinar el compromiso de crecer, ayudando a hacer crecer a los demás, sin miedo a que nos hagan sombra”.
- Humildad vs Ego.
Partimos de la base de que el ego es un constructo ficticio que elegimos sostener para aparentar lo que no somos. Es algo que nos lleva a la soberbia, al rencor y al resentimiento. No obstante, todo ello se arregla con la humildad bien entendida, que pasa por descubrir, aceptar y contar la verdad de uno mismo, con capacidad de perdón entre profesionales y con la habilidad de dejar atrás comportamientos de ataque/defensa, los cuales nos generan tensión vital.
En las vicisitudes de la vida, el ego nos introduce en una dinámica agresiva que nos distancia de las personas y cuando logramos llevar las riendas de nuestros comportamientos, vemos que es posible la veraz transformación del profesional desde la valiente transformación de la persona.
Estos tres pilares y las cuatro metacompetencias vertebran un modelo de liderazgo humanista que he desarrollado y que está teniendo muy buena acogida en el ámbito profesional y que he plasmado en el libro “Ser Ejemplo. Pequeños grandes líderes”, publicado por EUNSA Editorial Universidad de Navarra y que ya está en su tercera edición.
Borja Milans del Bosch y Oliva