En medio de la resaca electoral, están circulando por las redes diferentes mensajes. Te dejo a continuación uno que se comprende bien desde una visión cristiana de la vida.
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Más allá de todas las estrategias políticas de la izquierda para dificultar el voto, y de sus ardides, este resultado responde a una profunda crisis espiritual y moral de España.
El 40% de los españoles se declara ateo, agnóstico o indiferente. En 2020 solo un 29% de los niños nacidos en España fue bautizado y solo un 14% de los que se casaron lo hicieron en la Iglesia.
España abandona los valores cristianos para abrazar el materialismo, el hedonismo, el indiferentismo y el relativismo moral.
España apostata progresivamente de sus raíces cristianas por el olvido de Dios y la voluntad de vivir como si Él no existiera.
¿Podemos sorprendernos de los resultados de estas elecciones?
Poner nuestra fe en la política es una idolatría.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica (2113)» La idolatría no se refiere solo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).
Vivimos, lo queramos o no, en una sociedad idolátrica. Idolatramos el dinero, la comodidad, el bienestar, el ocio, nuestra falsa libertad, la política, y muchas otras cosas en las que ponemos nuestra confianza. Hemos puesto nuestra libertad y este mundo por delante de Dios, cuando no hemos rechazado y matado directamente a Dios.
Jesús le dijo a Santa Faustina:
«El mundo no encontrará la paz hasta que no vuelva a mi Misericordia».
El problema de España no es de orden político, sino espiritual. Mientras no se vuelva a Dios, no encontraremos la paz.
No puede haber justicia, ni orden, ni progreso alguno, y, por lo tanto, no puede haber paz sin verdad, sin Dios.
Mientras Dios y el orden moral esté fuera de la vida de los hombres y de los pueblos, no habrá paz.
Solo la vuelta a Dios nos salvará. Lo demás es una idolatría que no nos puede salvar.
Descansemos en la seguridad que todo lo que estamos viviendo forma parte de un designio de Dios que tenemos que aceptar. Convirtámonos cada día, intercedamos por la conversión del mundo y no perdamos la paz.
El demonio quiere distraernos y robarnos la paz. Pero nuestra paz no es de este mundo. No depende, afortunadamente, de las mayorías, ni del Gobierno de turno. Únicamente de Dios.
Adorémosle, porque la adoración del Dios único nos libera de la idolatría de este mundo (CIC 2097).
Dios no nos pide el éxito sino la fidelidad.
Pidamos a nuestra Madre la gracia de ser fieles hasta el final, también hasta el martirio, si el Señor tuviese a bien concedernos este incomparable don.
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1 comentario en “El problema de España no es de orden político, sino espiritual”
totalmente deacuerdo contigo.