El silencio y el ruido forman parte de la vida. A medida que el progreso ha ido evolucionando, el ruido ha ido incrementando en las ciudades y también en nuestros hogares. El silencio es necesario para nuestro interior: para pensar, concentrarnos mejor, escuchar con atención, para entender, para proporcionarnos paz mental. También para abrirnos: para comunicarnos con nuestro corazón y con el mundo.
Podemos distinguir un silencio exterior y otro interior. El silencio exterior es la ausencia de sonidos. Corresponde a esos tiempos en los que el ruido externo desaparece. Por su parte, el silencio interior hace referencia a un estado subjetivo en el que no hay elementos que perturban la tranquilidad. El silencio interior favorece el propio conocimiento. El silencio externo facilita el estudio y la lectura; que irán seguidos de la reflexión personal.
No todos los silencios significan lo mismo ni trasmiten lo mismo; a veces son incluso diametralmente opuestos. Para muchos, el silencio consiste simplemente en la ausencia de ruido y de palabras; pero la realidad es mucho más compleja. Por ejemplo, un matrimonio, que cena solo y en silencio, puede significar una comunión de amor y sentimientos tan grande que no necesita explicaciones postizas. Así es habitualmente el silencio enamorado. Pero también puede suceder que los cónyuges sean incapaces de hablarse por graves diferencias previas. Sería un silencio de rechazo. El primer mensaje es de amor, el segundo de muerte del mismo amor.
En una sociedad tan condicionada por la tecnología y los medios de comunicación, el silencio se hace cada vez más difícil. Además de que con facilidad nos emborrachamos nosotros mismos con palabras, músicas y ruidos múltiples. La falta de silencio impide pensar por sí mismos, tener criterio propio, así somos más manipulables y superficiales.
El silencio es necesario para “tomar distancia” de los problemas y evitar que nos abrumen sus urgencias y apreturas. El descanso físico y el silencio interior favorecen el análisis sereno del propio comportamiento, que permitirá conocernos mejor: puntos débiles del carácter, cualidades positivas y defectos adquiridos, hábitos incorrectos e imperfecciones acumuladas.
No sé quién ha dicho que el gran talento no consiste precisamente en saber lo que se ha de decir, sino en saber lo que se ha de callar. Por eso, se dice que cada persona es dueña de su silencio y esclava de su palabra
Este artículo se publicó en el Diario de Almería