En la vida nos encontramos con dificultades que nos provocan sufrimiento. No en vano, los expertos lo definen como la causa más común del suicidio. Cuando toma el control de nuestra mente como un “tsunami” emocional, arrasa con cualquier vestigio de alegría y bienestar. Sin embargo, también nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre nosotros mismos, pues nos conecta con nuestra más profunda vulnerabilidad.
El sufrimiento es una reacción psicológica, una interpretación negativa del dolor, que nos limita y nos lleva a quejarnos, lamentarnos y victimizarnos. Así, mientras el dolor es inevitable, el sufrimiento es algo que depende de la forma en la que reaccionamos ante el dolor.
Aunque la mayoría de los seres humanos huyen del sufrimiento, se trata de una gran oportunidad para aprender y evolucionar, haciéndonos más fuertes y sabios. De ahí la importancia de atrevernos a enfrentarlo. Y sea cual sea la causa que lo desencadene, no desaparecerá hasta que la comprendamos y la integremos en nuestra forma de ver la vida. Dejar de sufrir pasa por conocernos a nosotros mismos y aprender a ser protagonistas de nuestra vida, en vez de víctimas de nuestros pensamientos.
El sufrimiento tiene un sentido, ya que posee un valor humano y espiritual. Tras una etapa de sufrimiento, uno se acerca al alma de otras personas: empatiza, entiende mejor a los que les rodean, se hace capaz de ponerse en el lugar de otro, para comprenderlo y aceptarlo como es. El sufrimiento, por tanto, puede y debe transformar el corazón, pues puede fortalecer las virtudes de la persona. Conduce así a la verdadera madurez de la personalidad; a la entrega a los demás y a un mayor conocimiento de uno mismo.
La psiquiatra Marian Rojas afirma que el mejor antídoto al sufrimiento y al dolor es el amor. Hace sentirse querido, sentir que no estás solo. ¿El amor a quién? En primer lugar, el amor a uno mismo. Eso es la autoestima. Quererse de forma sana. No quererse en exceso, que ahí entramos en el narcisismo, ni quererse poco, que entren los cuadros de inseguridad tan destructivos para la mente humana.
Lo segundo es el amor de pareja. El tercero es el amor a los demás: la cooperación, la solidaridad, el amor a tus padres, a tus amigos, a tus hermanos, etc. Si tú vives ansioso o preocupado por algo como por ejemplo un tema económico, pero te sientes querido, el estrés que eso te produce es mucho menor. Recuerda siempre. «El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional». Además, para los que tenemos fe el sufrimiento nos acerca a Dios.
Este artículo se publicó en el Diario de Almería