Me escribe Silvia, una antigua alumna. Han pasado muchos años, ya ha superado los 50. ¡Cómo pasa el tiempo! La recuerdo perfectamente. Era una alumna que destacaba, por su iniciativa, trabajadora, le encantaba coordinar los equipos para los trabajos prácticos, en especial procuraba ayudar a los alumnos de Erasmus que como es lógico estaban desorientados. Decía que de esa manera practicaba idiomas y conocía la cultura de otros países.
Hizo sus estudios y trabajaba a la vez. Además, estaba casada con un niño pequeño. Realmente era milagroso que llegara a todo y a la vez obtuviera excelentes calificaciones. Teníamos buena sintonía, por eso no hemos perdido el contacto y he estado informado de su evolución profesional y personal.
En el correo de hoy se lamentaba de lo que le estaba ocurriendo. Sufría discriminación doble, por ser mujer y por haber superado los 50. Hace dos años decidió reducir su jornada laboral para atender a sus 4 hijos. Ahora intentaba incorporarse de nuevo al mercado laboral, pero en las entrevistas de trabajo le manifestaban que no era posible por su edad y por la necesidad de cuidar a sus hijos que le restarían capacidad de trabajo.
He superado los 70 años y he tenido que comprobar muchos casos como el de Silvia y el de otras mujeres más jóvenes. Es lamentable que estas cosas ocurran en el siglo XXI y en empresas que presumen de Responsabilidad Social Corporativa, de sostenibilidad y de valores.
Gracias a Dios están surgiendo iniciativas, como Generación SAVIA, para ayudar a los senior para superar el edadismo (la discriminación por edad) y encontrar empleo, también se realizan campañas de concienciación por diferentes instituciones y hay estudios y publicaciones que sugieren soluciones a la discriminación laboral femenina. Personalmente, pienso que esta situación es una consecuencia del modelo de cada empresa y de tendencias culturales en una sociedad cada vez más individualista, materialista y relativista.
Como afirma María Calvo en el artículo “El retorno de las mujeres“: “Ya hemos demostrado sobradamente que podemos desarrollar nuestras obligaciones profesionales con la misma brillantez que los varones. Ha llegado el momento de reivindicar que la actividad profesional de la mujer se adapte a nuestra condición femenina y no al revés. El nuevo feminismo defiende un reconocimiento social para la labor de la mujer —y en especial de la madre— que habrá de reflejarse en unas condiciones laborales favorables, específicas y, por lo tanto, no idénticas a las de los hombres”.
Para ilustrar estas situaciones he encontrado un vídeo para la campaña #EmpleoParaTodas No le pongas género, ponle talento”; realizado por la Fundación Adecco con ocasión del día Internacional de la Mujer.
¿Cuáles son las causas de la discriminación profesional de la mujer? ¿Qué se puede hacer para reducir esa discriminación?