Emprender es mucho más que un camino

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Disfruta del viaje.

Hay quien dice que ser emprendedor es algo vocacional, que hay personas que nacen para ello, y que llevan el emprendimiento entre sus venas.

Es posible.

Como en casi todas las cosas de la vida, no me gustan las certezas absolutas, así que cuando me dicen aquello de “naciste para emprender” lo pongo en cuarentena.

Y es que yo no vengo de una familia de emprendedores, más bien todo lo contrario. Mis padres siempre me alentaron a ir por el camino seguro, aunque tampoco les culpo.

A ellos les enseñaron que no estudiar ni prepararse para la vida, equivalía a trabajos precarios. Ahora ven como mi hermano pequeño sobrevive a duras penas con una carrera, varios máster e idiomas.

Es cierto, la vida ha cambiado.

Pero no nos pongamos negativos, que no hemos venido aquí para eso.

Hoy quiero contaros mi atípica historia como emprendedora, simplemente por si alguno o alguna se siente identificado y cree que este pueda ser el primer paso, deje de oír el ruido alrededor y de una vez, se escuche a sí mismo.

Siempre tuve trabajo

Al menos, que yo recuerde.

Empecé a trabajar siendo bastante jovencita. Primero ayudando a mi padre (pintor de brocha gorda) y más tarde, cuando ya tenía una edad razonable para ser contratada, lo hacía para ayudar a pagar mis estudios.

Por la mañana iba a la universidad y por las tardes y los fines de semana, trabajaba en sitios donde antes tan solo acudían estudiantes: he trabajado en el Burguer King y como teleoperadora… Y también estuve dos veranos en un Bingo.

Cuando terminé la universidad, continúe trabajando durante varios años para el departamento de marketing y ventas de una reconocida marca del sector inmobiliario.

Y cuando la idea de emprender comenzaba a rondar mi cabeza (aún de manera muy primigenia) ¿adivináis qué? Efectivamente, también trabajando. Esta vez, para una multinacional óptica.

La conclusión a la que quiero llegar con todo esto es que “no existe ningún camino del emprendedor”, todo depende de lo que cada persona desee y sienta en cada momento de su vida, y de las circunstancias que nos lleven a ello.

Circunstancias tan diferentes como personas hay en el mundo.

Entonces ¿Por qué decidí emprender?

Muy sencillo. Porque estaba hasta los “ovarios” (con perdón), de trabajar para lo demás. Así de simple y así de complejo.

Llevaba siete años trabajando para una multinacional óptica muy reconocida y lo cierto es que no me iba nada mal, pero trabajaba demasiado.

Hacía muchos años que no sabía lo que eran unas navidades familiares, una escapada de fin de semana o una simple siesta, cosa que ahora, me permito bastante más a menudo.

Un día hablando con una compañera que ya rondaba los 50, pero que parecía bastante mayor, vi la luz y lo tuve claro: “Yo no quería verme así dentro de 10 o 20 años”, ni de coña.

¿Y ahora qué?

En mi vida se me hubiera ocurrido emprender. ¿Recuerdas aquello del camino seguro? Mis padres se habían encargado de grabarlo bien a fuego en mi memoria.

¿Tuve miedo? Por supuesto, estaba acojonada.

Desempolvé mis apuntes universitarios para darme cuenta de que el mundo de la publicidad había cambiado. Ya no se estilaba el emplazamiento de productos o los anuncios clasificados, eso era cosa del pasado.

Ahora, el mundo se había convertido en digital, así que o me ponía al día, o me esperaban otros 20 años más (como mínimo) vendiendo gafas.

Así que reduje mi jornada laboral (y mis gastos) a la mitad y me puse a estudiar para reciclarme, en este caso, elegí el copywriting o la redacción publicitaria, ya que el mundo de la publicidad siempre me fascinó.

Publicidad, escritura y ventas, el triplete perfecto. Cuando al fin me vi preparada, no me lo pensé dos veces, y di el salto.

¿Y qué pasó entonces…?

Aquello fue hacia finales de 2017. Decir que el camino ha sido fácil en estos casi cuatro años como redactora freelance sería mentir descaradamente, y eso no va conmigo.

Pero lo que sí gané desde el primer minuto fue libertad.

Libertad de horarios, de elección de clientes… Nunca me vendí al diablo y creo que eso es lo que me ha llevado a poder ser feliz con mi negocio.

Tengo compañeros emprendedores que ahora son sus peores jefes. Te recomiendo encarecidamente que no caigas en ese pozo.

Y si te decides a dar este paso, desde mi humilde oficina (sita en mi casa) te daré 3 consejos que a mí me han funcionado:

  • Escucha a los demás tan solo lo suficiente: no dejes que el árbol te impida ver el bosque.
  • Sé constante: las cosas importantes no se consiguen de hoy para mañana.
  • Disfruta del proceso: pensar en la meta está genial, pero no olvides que la vida es eso que pasa mientras hacemos planes.

Y lo más importante. Recuerda siempre que emprender es mucho más que un camino, pero que cuando lo consigues, puede ser maravilloso.

Además, no tienes por qué hacerlo solo. Somos muchos los emprendedores y emprendedoras dispuestos a acompañarte.

Así que sin más, disfruta del viaje.

Noelia Pacheco.

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