Comienzo a trabajar a finales de los 70’s, recién cumplidos los 17 años y ya culminado el bachillerato. A la “distancia” recuerdo cuando llegó internet a mi oficina. Año ’97, más o menos. Nos conectábamos con ese zumbido insoportable del módem y esperábamos minutos para abrir una página. Muchos de mis colegas -mayores que yo y con más experiencia- dijeron que era una moda, que el papel nunca iba a desaparecer. Poco después, llegó el email, después los smartphones (primero mi precioso BlackBerry, después el Iphone, etc.), y luego… ya ni nos dimos cuenta: el mundo había cambiado. Uyyy!
Porque no se trata solo de preguntar, se trata de aprender a preguntar y bien. De ser claro. De pensar con precisión.
Hoy veo algo similar con la inteligencia artificial (IA o AI según se quiera). Lo reconozco, al principio me generó cierto escepticismo. No entendía cómo un ‘programa’ -modelo matemático y lógico- podía ser más que una herramienta. Pero poco a poco, y casi sin darme cuenta, empecé a ‘hablarle’. A preguntarle cosas. A pedirle que me ayudara a ordenar ideas, a escribir textos, a hacer resúmenes e investigaciones, e incluso probé listas de compras según lo que tengo en la nevera. ¡Hasta le pregunté quién era yo!. Casi nada. Una parte de mí, la más analógica, se resistía. La otra, la curiosa, la creativa, se rendía y todavía lo hace.
No soy alguien que consulte con ChatGPT todos los días, por citar uno. Que hay otros y buenos. Para gustos, colores. ¡Hasta los chinos tienen el suyo!..¡faltaría más!. Tampoco le cuento mis dilemas existenciales (aunque alguna vez me ayudó a repensar decisiones importantes o al menos a darme una visión más allá de mis alternativas). Eso si, no llego a los niveles en que hacen de esta herramienta su psicólogo o psiquiatra. ¡Vade retro!. Pero me resulta fascinante cómo funciona esa conversación. Porque no se trata solo de preguntar, se trata de aprender a preguntar y bien. De ser claro. De pensar con precisión. Casi como si uno también tuviera que entrenarse para usar esta nueva herramienta. De hecho es así. Hay carreras de la llamada “Ingeniería de Prompts”. Aquí los ingenieros ganan por goleada. Bien me lo decía mi padre: estudia Ingeniería..con la Economía no vas a llegar a ningún lado!.
Lo más interesante, quizás, es que la IA no reemplaza mi pensamiento, sino que lo expande. Me sirve como espejo, a veces me devuelve claridad, otras veces solo una buena pregunta y unas cuantas algo bien “retorcido” (léase ilógico y falso) y falto de sentido. Y eso, para quienes hemos vivido lo suficiente, vale oro. Porque no siempre buscamos respuestas; muchas veces, solo necesitamos una nueva forma de mirar lo de siempre. Eso que algunos llaman, «Pensar fuera de la caja», o «Think outside the box”.
Me sirve como espejo, a veces me devuelve claridad, otras veces solo una buena pregunta y unas cuantas algo bien “retorcido” (léase ilógico y falso) y falto de sentido.
Escucho a muchos hablar con miedo. Y tenerlo. Lo entiendo. Cada avance trae sus sombras. Pero también pienso en la fotografía, que en su momento se creyó que iba a matar a la pintura. Al contrario, la potenció. La empujó hacia nuevos territorios. O por qué no también (como melómano que soy), cuando llegaron los sintetizadores, las cajas de ritmo y luego los DAWs, muchos dijeron que “cualquiera” podría hacer música. Aquí la tecnología no reemplazó al músico, le dió nuevas herramientas para expresarse.
La IA no es el fin de nada. Es el inicio de otra etapa. Nos obliga a pensar distinto, a conectar con nuestras ideas de otra manera. Y si bien no es una amiga, ni un oráculo, puede ser una excelente aliada. En poco tiempo, al igual que ha sucedido con otras “cosas”, no podremos vivir sin ella.
Al final del día, seguimos siendo los mismos: humanos buscando comprender, crear, acompañar y mejorar. Solo que ahora, tenemos nuevas herramientas. Y como siempre, dependerá de nosotros el buen uso que les demos. #TalCual.
P.D. Imagen creada con IA ó AI.
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