Este martes se supo que Gabriela Guillén había dado a luz el pasado 31 diciembre a su primer hijo, el séptimo para Bertín Osborne. Tres días después ha visto la luz una exclusiva del cantante en la revista ¡HOLA!, en la que deja claro que no piensa ejercer de padre del bebé. Una decisión que, según sus palabras, dejó clara a la madre del pequeño, con quien mantuvo una relación «de poco tiempo».
La noticia ha sido publicada y comentada en diferentes medios. Por ejemplo, en el Diario de Navarra. El profesor Alejandro Navas García ha publicado hoy un excelente artículo donde analiza desde el punto de vista sociológico la noticia. Te recomiendo que lo leas y lo pienses despacio. Me ha encantado. Te selecciono algunos párrafos:
«Veo en las palabras de Bertín todo un compendio de análisis sociológico del mundo actual. Entresaco algunos rasgos significativos…(…) Seguimos viviendo bajo los efectos de la ‘revolución sexual’, que presenta el sexo como algo exclusivamente lúdico, divertido, gratificante y trivializado, de lo que sería absurdo privarse…
(…) De la unión entre la mujer y el varón puede resultar un embarazo (de la mujer) y así se ha reproducido la humanidad desde siempre…
(…) Se advierte en esa reacción una monumental falta de responsabilidad, la incapacidad para asumir las consecuencias de las propias acciones (manera tradicional de definir la inmadurez). Suena irresponsable querer disfrutar del sexo y no querer el hijo…
(…) Supuesto que Bertín sea el padre del hijo de Gabriela, no tiene sentido que el cantante declare que no va a ser el padre. Ya lo es, y para ese hecho biológico no hay vuelta de hoja. Se puso una causa y se siguió el efecto proporcionado. Resistirse a aceptarlo es infantilismo irresponsable, que linda con el cinismo cuando se quiere eludir las obligaciones derivadas de la paternidad…
(…) Retrata igualmente a nuestra cultura la equiparación que realiza Bertín entre ‘las dos opciones’ disponibles para la madre, una vez constatado el embarazo (como es asimismo típico que no se nombre el aborto). El caballero se hace gentilmente a un lado y deja ‘el problema’ en manos de la dama. Eso sí, le asegura su ayuda, sea cual sea la opción elegida…
(…) Termino de desgranar la sociología implícita en el episodio Bertín-Gabriela: el artista tiene 69 años y la modelo, 32. Una diferencia de 37 años supera ampliamente la media. No hay que descartar un amor auténtico a esas edades, pero aquí se podría hablar de veteranos que se resisten a envejecer, a la conquista de una segunda juventud…
Leer el artículo completo en el Diario de Navarra