Huérfanos de padres vivos

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La figura del hombre que asume la paternidad desde su masculinidad no vive sus mejores momentos. Así lo manifiesta en su libro, Paternidad robada (Ed. Almuzara), María Calvo, profesora en la Universidad Carlos III de Madrid. En él comenta las consecuencias del repliegue social del varón para los menores, para sus madres, para la sociedad. Por eso, solicita un cambio de mentalidad.

Hoy es muy común que al padre se le exija ser una mamá bis, que actúe de acuerdo con un modelo femenino maternal y se olvide de los atributos típicamente masculinos. El ejercicio de la autoridad, la imposición de límites, la valentía, la defensa del débil… parece que todo eso debe quedar aparcado en favor de la empatía, el afecto o la ternura.

En la medida en que hay mujeres que están teniendo hijos sin padre, o hijos “huérfanos de padre” antes de nacer, en las familias llamadas “monomarentales” (madres solas con hijos), se está privando al hombre del papel de la paternidad y se está condenando a los hijos a ser huérfanos de padres vivos.

Parece que los padres son prescindibles. Simbólicamente, incluso la legislación ha anulado al padre: el Real Decreto-Ley que amplía el permiso de paternidad aprobado por nuestro Gobierno no contiene en ningún momento la palabra padre. Se habla de «progenitor distinto de la madre biológica

Las estadísticas demuestran que la ausencia paterna está la base de la mayoría de los problemas sociales más graves: la delincuencia, los abortos adolescentes, el fracaso escolar, la drogadicción… Antes se pensaba que estas situaciones estaban relacionadas con la marginalidad y la pobreza. Nada de eso: se dan también en niños de clase alta, en menores que son violentos.

Padre es quien adopta al hijo, lo acompaña, le pone límites. Lo “paterniza”. Padre no es padre biológico: inseminar no es paternizar, como no es pianista quien tiene un piano. El padre biológico tiene que “adoptar” al hijo, simbólicamente hablando. Es quien se hace cargo de un hijo en todas sus facetas: espiritual, física y psicológica, y puede no ser el padre biológico.

Como sociedad, no hemos medido las consecuencias que tiene la falta de padre, la ausencia física y psíquica. Los resultados son siempre los mismos: la ausencia paterna es un elemento determinante para manifestaciones asociales o incluso con consecuencias patológica. Hay que lograr la paternidad efectiva que ha de ser equilibrada y enriquecida con la madre; la alteridad sexual logrará transmitir ese equilibrio a la psicología de los hijos.

Este artículo se publicó en Woman Essentia y en el Diario de Almería

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