“Ha nacido el «churumbel» en una noche lunera, tendrá planta de «calé» y risa cascabelera”. Así empezaba uno de los villancicos andaluces de un disco de los grandes que mis padres nos ponían en Navidad. Cualquiera que sea el ritmo musical —música culta, folclórica o tropical— el villancico siempre es una melodía alegre. También hay costumbres que facilitan el ambiente de alegría y le dan un especial colorido a estos días navideños, como el reparto de pascueros que ya es una tradición en algunas ciudades como Almería.
«Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra» (Lc 2,14): estas son las palabras que cantan los ángeles cuando anuncian a los pastores que, no muy lejos de allí, en un pesebre, acaba de nacer Jesús. La Navidad trasmite un mensaje de paz, ahora que tanta falta hace. Pero, no existirá paz en el mundo si no existe paz en las personas, en las familias.
Si bien no existe una receta única para construir la paz, sí hay una serie de actitudes y comportamientos con los que todos podemos colaborar al gran deseo de paz y mejorar así la convivencia diaria. Por ejemplo, el diálogo sereno, evitar las discusiones y la violencia, tratar de comprender las motivaciones e intereses de todos, respetar la opinión ajena, aprender a convivir en la discrepancia y pensar en positivo de los demás, sin juzgar las intenciones, etc. En resumen, se trata de crear un clima de serenidad y paz en nuestro entorno.
Qué diferente el tono y el estilo que escogió Dios para celebrar la Navidad, al que ahora vivimos los hombres para recordarla. Sin embargo, para un cristiano celebrar la Navidad significa volver a hacerlo presente para que vuelva a suceder dentro de cada uno de nosotros el misterio del nacimiento de un Dios que se hace débil, que se hace niño, para que podamos tratarle más fácilmente y que indigente pide a los hombres un poco de cariño, de cobijo y de calor.
La Navidad es una fiesta familiar, en la que participan varias generaciones en un ambiente de cariño y servicio. Se recuerdan a los seres queridos, ausentes o fallecidos y se despierta esa actitud de las personas felices de servir y ayudar a los demás, sin olvidarse de los que sienten la amargura de la soledad o la falta de los medios imprescindibles para llevar una vida digna. Es la fiesta de la generosidad, de la paz y la alegría
Hoy quiero terminar felicitándote la Navidad. Te deseo que estas navidades sean distintas a las anteriores, que trates de vivir el espíritu de Belén, junto a María y José. Así, en la familia se conseguirá que haya calor de hogar, lleno de cariño, paz y alegría.
No quiero que falte un Villancico trianero que me ha sugerido mi amigo Ricardo «La Nana de la Seña Santana»:
Este artículo se publicó en el Diario de Almería y en Woman Essentia