Luis Gutiérrez Rojas es psiquiatra y profesor. También imparte conferencias sobre cómo enfocar la vida con optimismo y con sentido desde un punto de vista positivo y motivador. Su primer libro, “La belleza de vivir”, ya va por su octava edición. Su segundo libro “Vivir más libre: Elige una vida feliz”, ya por la segunda edición.
Recientemente, ha participado en el XI Simposio San Josemaría, celebrado en Jaén. En su ponencia, “La amistad en la cultura actual”, ha desgranado las dificultades y las oportunidades que tenemos hoy para hacer amigos. A continuación, selecciono algunas ideas de su ponencia.
Es cierto que a través de Internet y de las redes sociales, es muy fácil conocer a miles de personas, pero ese tipo de relación no llega a determinar una amistad verdadera. Amigos no se pueden tener miles, porque la amistad necesita tiempo, dedicación, bilateralidad; yo abro mi corazón, mi intimidad y el otro también la abre, implica sacrificio y poder quedar con la otra persona para cultivar esa amistad. Uno de los grandes frutos de la amistad es que nuestros amigos hacen que nos conozcamos mucho mejor de lo que nos conocemos por nosotros mismos.
La amistad se puede considerar una terapia preventiva para que podamos sobrellevar mejor las muchas dificultades de la vida. Por ejemplo, ese amigo que escucha, no tanto que aconseja, sino que escucha, atiende, comprende, alivia esa carga de sufrimiento, como esos costaleros de Semana Santa, que van todos juntos, llevando el trono, haciendo que la Cruz pese menos.
A diferencia de la solidaridad, donde puedo hacer algo por alguien que lo pasa mal, la verdadera amistad implica abrir el corazón, no es una ayuda que yo doy, sino que es una relación bilateral, donde la otra persona me da y yo le doy, donde los dos compartimos.
Cuando uno da mucho, recibe mucho más de lo que da, es una idea muy cristiana y verdadera. Un ejemplo es el de las personas que sienten solas quienes están pensando el rato en quién les va a consolar, cuando deberían abrir su corazón y pensar a quién pueden consolar.
La verdadera amistad también exige que deseemos y procuremos que el otro mejore en todas las dimensiones de su vida, personal, profesional, (…), Cuando intentamos crecer en amistad al modo cristiano, procuramos que el amigo sea mejor, que alcance sus objetivos. Cuando la amistad es así, llena el corazón de satisfacción, se disfruta mucho al comprobar que nuestros amigos se alegran de nuestros éxitos y también sufren con lo que nos hace sufrir.
Artículo publicado en el Diario de Almería