La felicidad sin esfuerzo

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¿Cuál es la característica general de este tiempo que nos ha tocado vivir? Una gran crisis espiritual: crisis de la inteligencia, de la fe religiosa y, como consecuencia, crisis de las conductas y de la vida moral. Mi intención, tal como reza el título del artículo, es aportar alguna reflexión acerca de ese ansiado estado universal llamado felicidad. Por mi labor profesional como médico especialista en adicciones es algo que me apasiona. Recomponer los trozos de vidas rotas, intentando encauzar tanto dolor hacia un crecimiento personal, hacia una sanación del daño causa do, conceder la posibilidad de una vida con sentido, no es una tarea fácil ni corta.

Usted, que contra todo pronóstico continúa leyéndome, quizá no sufre persecución política, ni ha caído en las redes de las drogas, puede que incluso pueda permitirse poner el aire acondicionado. Supongamos que cumple una serie de condicionantes que le hacen candidato a disfrutar de una cierta felicidad: salud, dinero, amor. ¿Será ese el secreto?

La salud nos viene dada, o no, y somos responsables de su mantenimiento, pero, tarde o temprano, asistiremos a un brusco o progresivo deterioro de la misma. Mala cosa fiar nuestra felicidad a contingencia tan vulnerable. Sin embargo, usted no duda en emplear importantes parcelas de su tiempo en fortalecer la musculatura, broncear su piel, comer sano y cultivar su imagen. Usted es consciente de la imposibilidad de gozar de una sólida autoimagen-autoestima sin un cuidado personal que habitualmente obliga a costosos cambios de hábitos o sacrificar tiempo familiar. Nos encontramos ante un mito irrenunciable para gran parte de la sociedad actual, pudiente y menos pudiente, y no cabe discusión razonable alguna.

En realidad, cualquiera de los muchos honestos supuestos que quisiéramos poner en relación con la palabra felicidad suman. O no. Escojamos el amor. Llegamos programados genéticamente para ser deseados y para desear. Nos aman, no por nuestro aspecto físico, ni por nuestros éxitos, ni por nuestro tamaño, solo por el hecho de haber logrado poner un pie en esta vida. Rectifico, ya somos amados antes de nacer, todos sin excepción.

En un mundo sano —el nuestro ya no lo es— el concepto amor era sinónimo de capacidad de compromiso; hoy está unido al de utilidad. Queremos en la medida en que el acto de amar proporciona sensaciones placenteras, ausencia de complicaciones, nos aprovechamos del amor en beneficio propio. Desconocemos el verdadero significado, la entrega. Todos somos testigos del abandono de familias o amigos que lo han sido mientras no han supuesto un contratiempo: cuando aparecen las dificultades no faltan excusas para delegar en los demás su atención.

El amor ha dejado de ser una relación interpersonal, la de mayor excelencia, hasta degradarse en lo más efímero e irrelevante. Te quiero porque me gustas y dejaré de quererte cuando ya no sienta nada contigo. En cualquier programa cutre de televisión, en cualquier clase de adoctrinamiento sexual en los colegios, se infecta sistemáticamente a nuestros hijos en el endiosamiento, en las sensaciones: siente, experimenta. Y si dejas de sentir busca estímulos más intensos.

Parece que me he desviado mucho del tema porque usted quería una respuesta personal y de fácil aplicación, buena, bonita y barata. Lo siento, no existe. Existen técnicas para aprender a resolver conflictos, modular tensiones, educar el pensamiento, acrecentar su capacidad de adaptación ante las subidas impositivas. Pero nadie le puede dar sentido a su vida, no tengo nada personal contra usted, pero no le puedo aliviar la tarea .

Crisis de la Inteligencia. ¿Cuánto tiempo hace que no intenta pensar por sí mismo, tener criterios propios bien fundados, confrontar, ir contra corriente? Fórmese bien. Únase a colectivos que defiendan sus principios, no se quede aislado. Y sea beligerante, reaccione ya, no se deje achantar, haga razonar. Pero primero convenza con su ejemplo.

La destrucción del ejercicio de la razón da paso al asiento de la mentira en nuestras vidas. ¿Y qué es la verdad?, ¿le suena? No hay mayor violencia que la instauración de la mentira en las conciencias. La consecuencia: toda una civilización se tambalea sin recursos morales. No es posible la felicidad sin conciencia de la verdad. Y si nos niegan el acceso a la verdad, ¿cómo de consistentes serán nuestras elecciones?, ya no seremos nunca libres.

No he utilizado deliberadamente ningún argumento que no tenga acomodo en la simple y pura antropología humana. Quisiera acabar tocando un tercer aspecto de la crisis espiritual de Occidente, la pérdida de fe, esa Fe que da trascendencia a nuestras vidas en la medida en que sea viva y propicie un encuentro personal con la Persona que nos marcó el camino para ser feliz. Esa Fe que nos hace caminar sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte.

Camino de Galilea se sentó Jesús a descansar junto a un pozo. Narra el evangelio (Ioann IV, 9- 14) que iba fatigado del camino y le pidió de beber a una samaritana que se acercó a buscar agua. Se establece un diálogo en el que Jesús le promete un agua que quien la beba nunca tendrá de nuevo sed. Hoy, como entonces, seguimos sedientos y muchos continúan empeñándose en saciar su sed en charcas de aguas muertas. Quien tenga oídos para oír que entienda.

Damián Martín Rubio. Médico

Fuente: ABC de Sevilla Tribuna de Opinión

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