Descubre qué herramienta tienes ante ti y por qué te la estás perdiendo
Vivimos en un mundo donde nos gusta la inmediatez del resultado, nos gusta todo para “ayer” porque necesitamos estar constantemente produciendo. Se ha creado una forma de pensar en la que la persona que se dedica a sí misma, a su propio bienestar y calma parece que hace menos o es menos productiva que la que tiene al lado, trabajando hasta altas horas de la tarde o incluso de la noche. Según ellos “es lo que hay”.
Afortunadamente, cada vez está tomando más importancia el pararse a pensar por qué hacemos lo que hacemos, qué sentido tiene en nuestra vida y comenzamos a dejar de acostumbrarnos y conformarnos, tal y como se esperaba de nosotros inicialmente.
Cuando nos topamos con este sentimiento de frustración, no sabemos ni por dónde empezar a observar, mirar, profundizar y sobre todo a cambiar, pero siempre hay que empezar por el principio, es decir, por nosotros mismos.
La mejor manera de hacerlo es observándonos, pero en un mundo dónde cualquier cosa superflua llena nuestro tiempo y nuestras agendas: Netflix, televisión basura, Instagram, trabajo que aborrecemos, amigos que no nos aportan, pero no sabemos decir que no, etc. Provocan ese pensamiento de no tener tiempo para nada más y cierta sensación de desasosiego.
Sin embargo, si nos posicionamos a nosotros primero y nos comenzamos a dar prioridad nos daremos cuenta de que efectivamente sí tenemos tiempo para todo lo que queramos. Una buena idea sería comenzar a ahondar en nuestro interior para observar cómo somos y qué podemos ofrecer al mundo para, en primer lugar, comenzar a mejorar el nuestro y posteriormente, el de los demás.
Uno de los primeros aspectos que las personas no saben definir con exactitud, son sus cualidades y fortalezas innatas; ignoramos que podemos usar ciertas cualidades para dedicarnos a aquello que nos guste y cómo podemos utilizarlas. Sin embargo, tampoco somos capaces de reconocer nuestras debilidades o aspectos a mejorar y no trabajamos ni profundizamos en ellos porque simplemente sabemos que están ahí pero no hemos tenido tiempo de “ocuparnos” de nosotros mismos.
Dada la urgencia por conocernos en profundidad, sin abandonar la idea de la inmediatez del resultado, no hay mejor manera de conectar ambos aspectos que con una herramienta tan antigua como poderosa de autoconocimiento: la Grafología.
Con un estudio grafológico se permite conocer a la persona de tal forma que se descubren aspectos como el grado de afectuosidad, de emotividad, tipo de ambiciones, tipo de inteligencia, cómo se muestra en sociedad, comportamiento social, así como fortalezas y áreas a mejorar. Lo único que se tiene que hacer es escribir, ¿rápido y sencillo no?
Sin embargo, tenemos miedo a conocernos, tenemos miedo a lo que puedan decir de nosotros mismos, olvidando que el miedo es algo subjetivo, irreal, que nos somete y manipula para evitar reaccionar y afrontar cualquier cosa.
Te animo de corazón a que dejes el miedo y las distracciones a un lado y comiences por conocer a la mejor persona que podrías conocer jamás, tu misma, con tus virtudes y tus defectos, abrazando ambos y aceptándolos como aceptamos a las personas a las que amamos. Porque no podemos comenzar a amar a otros si primeramente no lo hemos hecho con nosotros mismos.
Espero que esta reflexión de ayude y te sirva para comenzar un camino de desarrollo personal que te haga crecer como persona y sobre todo te haga más consciente de tu situación para llevarla donde tú quieras, ya sea con Grafología o con la herramienta que quieras, pero comienza invirtiendo tu tiempo en ti.
Con todo mi cariño.