Encontré en las publicaciones de la John Templeton Foundation un breve, pero sustancioso resumen de las conclusiones de varios estudios empíricos sobre la virtud de la humildad en general, que pienso que pueden aplicarse también a la humildad en la empresa. Empieza notando que la humildad exige conocerse a sí mismo, controlarse a sí mismo (no adoptar actitudes defensivas) e ir más allá de sí mismo (empatía); conocer las limitaciones que tenemos, así como las potencialidades; estar dispuestos a compartir las alabanzas y aceptar las críticas, y saber priorizar las necesidades de los otros por delante de las nuestras. La humildad también fortalece las relaciones: nos gusta que nuestros amigos, socios, colegas y superiores sean humildes.
La humildad es particularmente útil en la vida profesional. Los líderes humildes escuchan a sus empleados, les empoderan para que puedan tomar decisiones, y ponen metas altas a sus equipos. A su vez, los que trabajan con líderes humildes están más satisfechos de su trabajo y son más productivos, más creativos y, también, más humildes ellos mismos: la humildad crea humildad, es contagiosa.
Asimismo, la humildad es útil en los procesos intelectuales y tecnológicos, porque nos ayudan a conocer nuestras limitaciones, a recibir consejos y a contar con las opiniones de los demás. La humildad nos hace ver las limitaciones de nuestra perspectiva, nos hace que nuestra manera de ver las cosas no es superior a la de los demás, y nos ayuda a buscar la colaboración de los que piensan de modo distinto al nuestro. La diversidad de puntos de vista no es una limitación para el humilde, sino una fortaleza.
Fuente: Blog del Profesor Antonio Argandoña (IESE)
Ver también en este blog: «La humildad en la dirección de empresas«