«Si el siglo XXI va a funcionar es porque la mujer va a estar mucho más presente en las estructuras sociales, que se encuentran en un estado lamentable, mal diseñadas, consecuencia de un racionalismo decadente y absurdo» Estas palabras son de mi amigo el profesor Juan Antonio Pérez López, profesor del IESE, hace más de tres décadas. Efectivamente, la mujer será indispensable en los cambios sociales, porque ella es el núcleo de la familia, y la familia, la base de la sociedad»
Hoy la sociedad está ya sensibilizada por la contaminación de ríos, mares y aire, por los abusos en la pesca o en la tala de bosques, etc. Sin embargo, aún cuesta admitir que el ecosistema humano en el que se vive también está contaminado.
La cultura actual, donde priman contenidos e ideas tóxicas, provoca con frecuencia una sociedad desvinculada, individualista y relativista que produce familias débiles y personas solas, deshumanizadas y descentradas. Ante esta contaminación social y humana, hemos de reaccionar.
Pero, ¿quién puede regenerar esta sociedad? La respuesta evidente es que son las personas que vivan y contagien valores que regeneren la sociedad. Aunque la responsabilidad de los cambios sociales corresponde a hombres y mujeres, cada uno los llevará a cabo de acuerdo con sus características personales.
Hombres y mujeres somos iguales desde un punto de vista antropológico; participamos de una misma naturaleza humana y de una misma misión: crecer, multiplicarnos y ser felices. Sin embargo, hay diferencias. Por eso, existe una cierta especialización en las capacidades de unos y de otras.
La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad, algo característico que le es propio y que solo ella puede dar: su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición profunda y sencilla, su tenacidad.
Las capacidades específicas de la mujer, tales como su predisposición a recordar y reconocer, su mayor capacidad verbal, su atención a los detalles, su empatía, definen por qué la mujer es el agente de cambio que puede regenerar la sociedad actual, actuando desde su feminidad en los diferentes ámbitos del ecosistema humano: la familia, la empresa y la sociedad.
La mujer tendrá una función regeneradora en la familia, acompañando el crecimiento de cada uno hacia su mejor versión. En la empresa, realizando una gestión más centrada en la persona y en general, ayudará a descubrir carencias y a que se humanicen las estructuras políticas y empresariales.
Este artículo se publicó en el Diario de Almería