La mujer femenina

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Un libro (La mujer femenina, María Calvo, Ed. Rialp) muy a propósito dada la actualidad política que intensifica las movidas en torno a feminismo, igualdad de género y transhumanismo en los últimos tiempos en boca de todos, aunque quizá no tantos sepan de verdad el alcance de tales asuntos. Este libro logra lo que parecería un milagro: explicar en breves páginas cómo surgieron estas cuestiones, qué hay detrás de ellas, cómo nos están afectando casi sin enterarnos y qué implicaciones tendrán a no tan largo plazo.

El libro es ameno, se lee con facilidad al estar compuesto por doce pequeños capítulos de distinto tenor. Los primeros van al fondo del problema: “La desfeminización de la mujer”. “El feminismo de género o la desaparición de la mujer”, “Feminismo hipermoderno”, mientras que otros como “Declinaciones de la maternidad en la hipermodernidad. La urgencia del amor” atienden a una faceta central femenina. Por fin, “En busca del equilibrio. La mujer que lo quiere todo” o “Hacia un nuevo feminismo de la libertad” abren perspectivas sobre los problemas actuales desde una óptica esperanzada.

La identidad femenina tiene despistadas a muchas mujeres jóvenes. ¿En qué consiste ser mujer? “Realizada en lo profesional, experimenta una gran soledad en lo personal –dice su autora que mira al primer mundo-. Protagoniza el éxito académico, pero no se conoce a sí misma” (p.20)… “La mujer comenzó a renunciar a su propia esencia femenina sin ser consciente del menoscabo que esto implicaría a lo largo para su libertad y su pleno desarrollo personal” (p. 36). Además, “la emancipación de la mujer suponía independizarse del hombre, considerarle prescindible, perturbador, perjudicial, un estorbo para la independencia femenina” (p. 31).

La ideología de género implica que ya no hay varón y mujer: el sexo es un dato anatómico sin relevancia; todo es una construcción cultural manipulable, porque el género no constituye una esencia. Se impone la pluralidad: heterosexual, homosexual, transexual, queer… Y el transexualismo se convierte en un derecho subjetivo.

Nos hallamos ante la muerte del feminismo entendido como la lucha de la mujer por sus derechos. Si no hay una esencia femenina, no hay nada por lo que luchar. “La expresión Feminismo de género es una contradicción” (p. 51). Porque las leyes y la sociedad “no pueden ignorar las verdades antropológicas y científicas elementales sobre la alteridad sexual” (p. 56). Hay una conexión entre cerebro, hormonas y comportamientos.

“Pero la característica más absurda y negativa de esta ola feminista hipermoderna es la exclusión de la maternidad de su agenda política” –continúa diciendo la autora (p. 63)-. Porque la mujer nace y se hace, en contra de lo que dijera Simone de Beauvoir. Naturaleza y cultura deben y pueden encontrar su equilibrio. La ética del cuidado, reconocida por Darwin y Freud y proclamada por Juan Pablo II y Benedicto XVI se abre como una vía de salvación femenina y social. Marca “una tendencia natural al apego; proteger, intuir, cuidar, comprender, comunicar, empatizar, custodiar, tutelar, nutrir, cooperar, todo lo que tenga que ver con la relación personal, la socialización, la humanización” (p. 84). A los varones se les pide fortaleza, pero también ternura.

El libro trata muchas cosas más que merece la pena descubrir y profundizar. Y entre otras ideas, concluye: “La mujer será enteramente feliz cuando realice plenamente sus potencialidades, renuncie a continuar fragmentada y deje de relegar, postergar, negar y reprimir partes esenciales de sí misma” (p. 145). Frente al síndrome de “la tristeza de la mujer de éxito”, el techo de cristal me lo pongo yo.

En la recta final del año, la celebración de la Inmaculada, el Adviento y la Navidad pone de relieve una gran figura femenina: la Virgen María. Una mujer excepcional por su humildad, por su FIAT al Señor: “hágase Tu voluntad”. Con virtudes excepcionales, pero también cotidianas derivadas de su ser madre. Un modelo que, adaptado a nuestro tiempo, conviene no perder nunca de vista.

María Caballero

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