Acabamos de cruzar la frontera de un nuevo año. El pasado forma parte ya de nuestra historia personal para lo bueno y para lo malo. Pero no está de más reflexionar sobre los hechos acontecidos, tratar de entenderlos y encarar el nuevo año con un espíritu renovado para luchar y no dejarse vencer por los acontecimientos indeseados que a veces nos sobrevienen de una forma inesperada.
A través de los medios de comunicación, el mundo entero ha sido testigo de la sobrecogedora ceremonia de la celebración eucarística en el Vaticano con ocasión de las exequias del Papa emérito, Benedicto XVI. Ya se ha dicho prácticamente todo sobre su vida y su obra. Pero su fallecimiento nos ha dejado dos últimas enseñanzas: la humildad con la que ha vivido hasta que la muerte le ha despojado de su vestimenta papal, y la dignidad merecida con la que se le ha despedido de este mundo, al que tanto amó intelectual y espiritualmente.
Otro acontecimiento que ha sorprendido a Europa ha sido la guerra en Ucrania. Esta confrontación bélica ha sacado a la luz una de las antiguas disputas nacionalistas que el comunismo soviético tenía amordazado y que su agente Putin ha desenterrado desde su desenfreno imperialista. Una guerra cruel, que al más puro estilo medieval, destroza vidas humanas inocentes, siembra destrucción de pueblos y ciudades y está originando una grave crisis económica y energética en Europa. Pero se advierte una peligrosa escalada armamentística y escasos deseos de acabar con este conflicto.
En España está nuestra más cercana y próxima preocupación. Todo lo ocurrido en el mes de diciembre ha sido de una gravedad tal, que en el escueto espacio de esta columna solo puedo permitirme citar las cuestiones sobre las que en este año electoral estamos obligados a reflexionar. La mayoría “progresista” del TC va a ser la antesala de la apertura de un proceso constituyente, como ya anunció en sede parlamentaria el exministro Juan Carlos Campos, uno de los magistrados elegidos para ese cometido.
No es menor la inquietud que han despertado las primeras declaraciones de la nueva magistrada María Luisa Segoviano, que deja abierta la posibilidad de «estudiar el derecho de autodeterminación» porque, según ella, es un tema muy complejo y muy técnico. Está claro que para esta nueva ola social progresista, la ley y consecuentemente la Constitución es fácilmente superable, porque definen la realidad como una construcción subjetiva y social. España será lo que ellos crean y decidan y no lo que realmente es…
¿Es que alguien duda de que este proceso se ha iniciado ya después de haber eliminado del Código Penal el delito de sedición y haber desnaturalizado la malversación?. Con esta alucinante reforma se ha abierto una puerta, en Cataluña primero y en otras regiones después, para la quiebra de la unidad e integridad territorial del Estado. Resulta también evidente, que desde ese Tribunal van a defender, con uñas y dientes, la involución política, ideológica y cultural que han puesto en marcha con todo el paquete legislativo aprobado a lo largo del pasado año.
No es ajena a esta revolución la monarquía parlamentaria. Los constantes desprecios al Rey desde el propio gobierno son un mal presagio para la Casa Real. Sin embargo, decía Benedicto XVI que “se podría decir que el hombre está vivo mientras espera, mientras en su corazón está viva la esperanza”. Esta es la verdadera revolución, la revolución de la esperanza.
Jorge Hernández Mollar
Artículo publicado en el Blog de Jorge Hernández Mollar