Con ocasión de la celebración del próximo 1 de noviembre de la festividad de todos los santos y del 2 la conmemoración de los difuntos, la profesora de la Universidad de Alcalá, María Teresa Alfonso Galán, Dra. en Farmacia, Profesora Titular de “Legislación, Deontología y Bioética” ha redactado las siguientes reflexiones:
Los santos católicos son recordados en el día de su muerte, no en el día de su nacimiento. Es el día de su muerte, después de una vida de amor a Dios y a los demás, el que marca su santidad.
Desde hace unos pocos años, casi imperceptiblemente, casi todas las agendas que hay en el mercado ocultan el calificativo de santidad, limitándose a dar simplemente el nombre correspondiente al día. Parece una acción consciente y deliberada (por ignorancia o ataque directo, uno más, a la religión católica, raíz de nuestra identidad nacional por generaciones) para no recordar lo más importante de sus vidas: la santidad.
Aparte de santos católicos reconocidos fácilmente en sus nombre y biografías para todo el que quiera buscarlo, hay otros santos anónimos, desconocidos, innumerables a lo largo de la Historia de la Humanidad, por toda la tierra. Son aquellos que, al hacer el bien, han hecho triunfar la vida, haciendo posible que hoy continuemos como especie. Por eso, a pesar de innumerables guerras y de crímenes continuos, el bien ha prevalecido sobre el mal, siempre; y el amor ha prevalecido sobre el odio. Por eso estamos aquí y ahora.
Son los innumerables santos, unos reconocidos y otros anónimos, los que, al actuar con caridad y responsabilidad, respondieron a lo que otros necesitaban – en su dignidad-, y cumplieron la voluntad de Dios, haciéndola suya.
Al día de Todos los Santos, le sucede el día de los Difuntos.
El recuerdo de la muerte nos invade, y somos testigos de las visitas a las tumbas de los seres queridos en los cementerios, con renovadas ofrendas de flores.
El día de los difuntos es también una reflexión sobre nuestra propia muerte, que es nuestra temporalidad en la tierra, y, lo más importante, sobre nuestra “verdadera identidad”, más allá de nuestro nombre y biografía. Si ya somos mayores, antes fuimos personas de mediana edad, y mucho antes jóvenes, y también adolescentes; y más atrás, en el tiempo fuimos niños. Imposible recordarnos como bebés. Es muy posible además que ya no estén los que podrían recordarnos entonces. Solo está uno consigo mismo, aquí y ahora. Entonces, ¿Quién soy yo?, si todo lo anterior, que también era “yo”, ya no está. Además, incluso los que han muerto hace mucho, mucho tiempo, hoy no nos reconocerían.
¿Quién soy yo? Es la gran pregunta que nos llevará a la vivencia de la presencia de lo eterno, Dios, en nuestro ser y, por lo tanto, en cada uno de nosotros; es la gran pregunta que nos llevará a entender el absurdo de hacer mal a otro, porque sería hacérnoslo a nosotros mismos. Es la gran pregunta que nos llevará a sentir la presencia de un testigo de nuestro continuo cambio. Es la gran pregunta que nos llevará a la convicción de que la muerte no es el final de nuestra vida.
FELIZ DÍA DE TODOS LOS SANTOS