Hace unos días me hablaban de una profesional que estuvo enferma, pero no cogió la baja médica y no faltó a su puesto de trabajo porque “no aguanta” a su hijo menor de tres años.
Creo que este caso no es habitual; al menos quiero creer que este ejemplo es extraordinariamente irregular porque quienes somos madres hacemos piruetas en el aire para cuidar a nuestros hijos e hijas en todas las facetas de su vida que es la nuestra también. Y me duele mucho cuando se utiliza el término “aguantar” cuando el debido es amar.
Soy madre y tengo vocación de serlo. Fui madre a tiempo completo durante cinco años. Después me incorporé al medio de comunicación donde trabajaba y siempre digo que esos años en casa con mis dos hijos fueron una gran oportunidad para comprobar la gran suerte que supone ser testigos y coprotagonistas en la vida de nuestros bebés. Aprendí a observar paciente, a esperar sus reacciones, a guiar sus acciones, a aconsejar, a sonreír y jugar con ellos; también aprendí a decir NO y creo que es lo más difícil, aunque ese no siempre traté de que estuviese acompañado de una argumentación que les infundiera a reflexionar y recapacitar.
Cuando me incorporé profesionalmente, por supuesto que me sentía culpable por no compartir más tiempo con mi familia, aunque tuve la fortuna que otras madres veteranas me aconsejasen que para mantener el equilibrio es importante ESTAR. Y este consejo, que trato de cumplirlo diariamente, favorece el bienestar personal y familiar ahora que se habla tanto de salud mental.
¿En qué consiste ESTAR?: “Si escribes, escribe. Si comes, come. Si escuchas, escucha. Si paseas, pasea”. Son algunos ejemplos que podemos resumir poniendo todos los sentidos en lo que hacemos y sacando el máximo de nosotros desde la consciencia.
Soy madre presente. A veces, muchas, no estoy físicamente presente pero siempre disponible. He sido madre telefónica durante los años de estudios universitarios de mis hijos y, por tanto, soy una experta en escuchar y aconsejar no solo sobre lo que se me pide, sino también sobre lo que intuyo a través de la voz, las pausas e incluso sobre lo que se me omite. A mí me gustaba hablar de este concepto de madre telefónica que más tarde lo trasladé a mis programas de radio y parte de la audiencia compartía el esfuerzo vital que conlleva la crianza. Al concluir las tertulias siempre llegábamos al mismo punto: la paciencia y el amor siempre ayudan a llegar a buen puerto.
Personalmente y con toda la sinceridad del mundo, no cambiaría una sola coma de lo que he vivido como madre. Porque con el tiempo pasan a un segundo plano el cansancio, la incertidumbre y los retos particulares en la crianza de cada hijo. Y afloran los buenos recuerdos: las sonrisas del bebé, sus primeros pasos y palabras, cómo sostiene la cuchara, comienza a escribir, llega la adolescencia y comparte que se ha enamorado, e incluso pone en acción el consejo que le dimos pensando que no estaba escuchándonos.
Por esto y muchas más razones que se quedan en mi corazón, hoy doy gracias a la vida por la oportunidad de ser una madre muy querida por sus hijos. Creo que me quedo con esta sensación porque está por encima de estadísticas y conceptos de perfección relacionados con la maternidad.