Ante la próxima convocatoria del 23 de marzo por la vida, vienen a mi memoria anteriores convocatorias y, todas ellas, con un único grito en común, un Sí a la vida. Además, todas se han desarrollado siempre en un ambiente festivo y alegre, a pesar de la tragedia del aborto y de la eutanasia presente y creciente en nuestra sociedad. Las familias y las personas que participan en estas quieren mostrarnos que apostar por la vida vale la pena, que la vida es motivo de alegría y de esperanza, y que lo contrario nos aboca a la muerte.
Recuerdo que hace unos meses, Emma Riverola, escribió un artículo titulado “No le llames oración”. Se trata de un ataque a las personas que rezan delante de los abortorios y se ofrecen a hablar con las mujeres para animarlas a no abortar.
El artículo se ha difundido extensamente y se ha publicado en medios de toda España. Ha habido respuestas y análisis muy diferentes. Aquí quiero dar mi respuesta con unas breves reflexiones comentando algunos de los argumentos que emplea la autora.
Al leer esa crítica a los provida, llena de odio y resentimiento hacia ellos, no deja de asombrarme que haya personas que emplean su tiempo en luchar a favor de la cultura de la muerte, y de la ideología woke. Parece que solo ellos están autorizados para opinar y a los que piensen diferente les tapan la boca con sanciones desproporcionadas e intimidantes.
Los provida sí que saben lo que es sufrir el acoso, la coacción, provocación y arrogancia porque lo experimentan diariamente con personas que, como usted, malgastan su tiempo y profanan su literatura en ofenderles cuanto más, mejor, confundiendo víctimas con verdugos.
Siguen la técnica de afear todo lo que hagan personas valientes, generosas, comprometidas, humildes, serviciales, que tratan de ayudar, no de hundir ni destruir con esa falsa humanidad que ejercen los soldados de la muerte.
¿Se creen de verdad que esto es ayudar a la mujer? ¿O lo que hacen es “ayudar” a matar por ideología, favoreciendo la destrucción de las vidas de tantas mujeres y de sus hijos? A eso lo llamo yo progreso, pero… hacia el precipicio.
Lo que se hace es instrumentalizar a la mujer para el terrible negocio manchado de sangre inocente del aborto. ¿Cree que eso soluciona algo a la mujer o, por el contrario, le suma problemas y dificultades para el resto de su vida?
Acosar, es lo que hacen gente como usted, que con esa descalificación global que emplea, acosa a los que se sienten llamados a la noble tarea de salvar vidas. Su escrito es un claro ejemplo de ello.
La vida no se defiende tan solo por motivos religiosos como pretende demostrar valiéndose de la mala costumbre de descalificar y anular, al contrario, denostando o ridiculizando a la persona y a su causa, por ser religiosa. Los provida se mueven por auténtica humanidad, empleando también el raciocinio. No reduzca todo a motivos religiosos, puesto que cae en un reduccionismo simplista, y usted lo debe saber.
Ya está bien de engaños y eufemismos en los que se basan sus teorías para defender lo indefendible. Señora, déjese de mofas, insultos, descalificaciones, ironías, como solo argumento para arrimar el ascua a su sardina.
Si no fueran descabellados sus objetivos, no tendrían que recurrir a lo que hace abundantemente en su escrito, que es la técnica de afear, al contrario, ridiculizarlo para devastarlo, convertir en caricatura grotesca al otro, así como la necesidad de envolver en papel de celofán tanta miseria a la que intentan disfrazar de humanidad y derechos.
El derecho básico es el de nacer (art. 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos).
Lo realmente demencial es llamar a la vida a un ser humano para inmediatamente producirle la muerte. Calificar de interrupción a lo que no puede continuar su existencia, por ser la muerte un proceso irreversible, es una grave manipulación del lenguaje.
Las engañan y previamente ocultan hasta una simple ecografía, el sonido de un latido fetal… Las confunden, haciéndoles creer que es su propio cuerpo al que tienen derecho, cuando lo que destruyen y eliminan es el cuerpecito de su hijo, por lo que a su vez la mujer queda condenada a seguir malviviendo con el síndrome postaborto, tras esta equivocada y terrible decisión.
A lo mejor, con un poco de suerte, puede guardar silencio para reflexionar y le puede llegar la fuerza de la oración de otros, que no el vómito o los excrementos, a lo que usted, con tan mal gusto, hace alusión o insinúa en su escrito.
El afecto, como la amistad no se impone, se propone y a mí, en particular, no me apetece abrazar a los erizos. No tema y quede tranquila, disminuya su cortisol.
Y mi enhorabuena a los provida por su gran y valiente labor, por no encogerse de hombros ante esta terrible realidad, tendiendo su mano para ayudar a la mujer.
Los que favorecen el aborto no tienen credibilidad para evitar la lacra de cualquier tipo de violencia, de la que se arrogan ser defensores, cuando permiten y fomentan esta violencia intra-útero.
En su incoherencia muestran gran preocupación por la calidad del aire y descuidan el hecho de que a este paso no habrá personas que puedan respirarlo. No se preocupan del grave problema demográfico ya existente y al que ustedes lamentablemente contribuyen a empeorar, de esta cruenta manera.
¡Qué ironía! ¡Ah y por cierto!
No tiene tampoco necesidad de emplear términos afectivos, en plan sarcástico, queridos, queridas… ¿O también pretende confundir con ello?
Hay que rezar más, ofender menos y sobre todo defender la VIDA.
María Teresa Ortega, farmacéutica y madre de 8 hijos
Artículo publicado en Woman Essentia
Ver también artículo de Tomasa Calvo «Un grito más a la vida»