“Pensar la alegría” es el título de la conferencia pronunciada por la filósofa y teóloga Isabella Guanzini el 7 de mayo de 2024. En esa ocasión, planteó la siguiente hipótesis: el interés creciente por la alegría se debe al “deseo de encontrar puntos de luz dentro de un horizonte cultural marcado por la acumulación de decepciones, a causa de las guerras; la acumulación de cansancio, después de la pandemia; la acumulación de incertidumbre, en un tiempo en el que nos sentimos a merced de acontecimientos a escala global”. Y concluía: pensar la alegría “significa reflexionar sobre algo esencial que falta y que por tanto es invocado.
A este propósito, recuerdo unas palabras que leí el año de la pandemia: “después de pasarme media vida envidiando la inteligencia, la cultura y la belleza en los demás, me he dado cuenta de que lo que realmente envidio es la alegría. Porque la alegría, y no otra cosa, es la que te permite aguantar el tirón, aliviar el dolor y seguir adelante”. Añoramos y anhelamos la alegría.
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La alegría da intensidad a la vida, nos abre a la sociabilidad y crea efectos positivos para la construcción de la comunidad. Una vida alegre es una vida hecha de «puertas», de apertura y conexión con los demás. La tristeza, por contraste, desactiva las energías, cierra puertas y bloquea relaciones.
Guanzini mencionó también a Bergson, que relaciona la alegría con la creatividad: “donde hay alegría, hay creación”, decía; sensación “de haber dado vida a algo”. Gracias a la alegría, el mundo ya no aparece como una sustancia inerte, sino que se revela como materia viva, con una inmensa capacidad de florecer.
Encontramos una referencia a la creatividad en “El espíritu de la esperanza”, libro publicado por Byung-Chul Han en 2024. Allí afirma que la esperanza “nos mueve a actuar, inspirando nuestra imaginación y despertando la capacidad inventiva, para romper con lo antiguo y abrirnos a lo nuevo”.
Así como la tristeza es el sentimiento opuesto a la alegría, este afamado filósofo considera que el miedo es el enemigo de la esperanza. Con la mirada en lo que está por venir, “la esperanza es la única que nos hace ponernos en camino. Nos brinda sentido y orientación, mientras que el miedo imposibilita la marcha”. La esperanza nos hace creer en el futuro, mientras que el miedo impide el futuro. A base de miedo no se crea ninguna comunidad, ningún nosotros.
A esta cadena de conceptos -vida, esperanza, creatividad, futuro, comunidad- el filósofo coreano añade la comunicación. En su opinión, “las acciones necesitan un horizonte de sentido. Deben ser narrables. La esperanza es elocuente. Narra. Por el contrario, el miedo es negado para el lenguaje, es incapaz de narrar”.
Por nuestra parte, intuimos que existe una profunda conexión entre la esperanza y la alegría. Cabe decir que la alegría es el rostro visible y sonriente de la esperanza. Al igual que la esperanza, la alegría comunica; mientras que la tristeza es incapaz de narrar y enmudece como el miedo. Con palabras de Francisco, “la sonrisa la da solamente la esperanza”. Dejando aparte las cosquillas…
Recapitulando, Guanzini nos invita a considerar la alegría como síntoma de vida y generadora de vida; condición y resultado de relaciones enriquecedoras. Por su parte, Byung-Chul Han nos ayuda a entender que la alegría tiene como raíz la esperanza en el futuro, se apoya en una vida con sentido y activa la creatividad.
Estas reflexiones se ven confirmadas por la experiencia más común: se suele decir que la alegría más grande es el nacimiento de un niño. Y es lógico que así sea, porque es un momento de pura vida, novedad, futuro y esperanza.
Hay quien intenta llegar a la alegría mediante otros estímulos. Me viene a la cabeza la frase que se atribuye a Frida Kahlo: traté de ahogar mis penas en el alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar. La naturaleza humana confirma que no hay atajos para la alegría.
En ese concierto, la alegría lleva la voz cantante, resuelve problemas, busca soluciones. Cuando ella predomina, todo va bien. Cuando prevalece una emoción negativa, como la ansiedad, la vida se convierte en un pequeño desastre.
Fuente: Extracto de la conferencia «Alegría, evangelización y comunicación» de Juan Manuel Mora, vicerrector de Comunicación de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma) y presidente del consejo asesor del Centro de Gobierno y Reputación de Universidades,