He leído con interés el último libro del filósofo surcoreano alemán Byung-Chul Han, «El espíritu de la esperanza», que acaba de aparecer en Herder. No es un texto fácil por la ingente erudición del autor, pero sí que resulta esperanzador. El libro lleva como subtítulo «Contra la sociedad del miedo» y aúna tres ensayos que tienen la esperanza como tema central. El primero aborda la relación entre la esperanza y la acción, el segundo su conexión con el conocimiento y, finalmente, el tercero está dedicado a la esperanza como forma de vida.
Copio dos frases que han llamado mi atención: «A quien tiene esperanza el mundo se le presenta bajo una luz totalmente distinta. La esperanza le da al mundo un esplendor especial. Ilumina el mundo» (p. 46). Y unas páginas más adelante: «Mientras hable el poeta seguirá habiendo esperanza en el mundo. […] La esperanza es el fermento de la escritura. La poesía es un lenguaje de esperanza» (pp. 71-72).
Estas expresiones me hacían pensar que las dramáticas circunstancias que envuelven hoy a nuestro mundo no tienen la última palabra: «En una situación así, —dice Han en el preludio— solo la esperanza nos permitiría recuperar una vida en la que vivir sea más que sobrevivir. Ella despliega todo un horizonte de sentido, capaz de reanimar y alentar la vida. Ella nos regala el futuro» (p. 14).
Ceder al pesimismo, al miedo al futuro, es además renunciar a pensar. «Vivimos ahora en un mundo que parece casi diseñado para erradicar la vida interior», decía el poeta americano Chris Wiman en una entrevista. Lo que nuestro mundo materialista realmente necesita es abrirse a la vida del espíritu. Y por eso la misión de artistas, poetas, educadores, escritores, cineastas y demás creativos es la de ayudar con nuestra imaginación y nuestro trabajo a abrir la cultura a la esperanza.
Fuente: Jaime Nubiola en LinkedIn