Katy Faust es una estadounidense, fundadora de una organización en defensa de los derechos de los niños, y dice que es una mujer “completamente corriente”. Pero no está callada. De vez en cuando, escribe algún artículo y está a punto de publicar un libro. Lo reseñable es que esto no le ha disuadido de decidirse a hacer una contribución valiosa en su entorno.
Faust, casada y madre de cuatro hijos, uno de ellos adoptado, está preocupada por el clima de crispación e intolerancia que ve en su país y se resiste a que llegue el momento en que no se puedan expresar libremente, por lo que no permanece en silencio.
¿Qué puede hacer ella?, se pregunta en The Federalist. Y responde: “Todo lo que pueda para fortalecerme a mí misma y a los demás”. Por ello invita a los disconformes con la cultura actual a participar más activamente en su entorno, ya que aunque seamos personas ajenas a lo público, “todos tenemos una esfera de influencia: nuestra familia, grupo de amigos, conexiones en redes sociales, iglesia, escuela o lugar de trabajo”.
Como forma de manifestar nuestra libertad y, por lo tanto, no ceder a las presiones de quienes exigen la adhesión a la ortodoxia del momento, Faust se ha propuesto tomarse más en serio su relación con Dios. “Debo empaparme de la Palabra viva, dejar que los salmos se conviertan en mi alimento diario y usar como brújula la Primera carta de San Pedro”.
En lo que respecta a la educación de los hijos y, con objeto de que ésta sea la que se vive en la familia, contrarrestando las malas influencias, Faust anima a los padres a capacitar a sus hijos a pensar de forma crítica. En “los quince”, eso exige hablar mucho con ellos sobre todo tipo de asuntos controvertidos, por incómodos que sean, con objeto de que nuestros sepan más de esos temas que sus amigos y aprendan a detectar falsedades.
Faust sigue el modelo del padre Kolakovic en la Checoslovaquia soviética, formando grupos organizados para “ver, juzgar y actuar”, con objeto de implicar a sus amigos en la construcción de una nueva cultura. Se reúnen dos veces al mes para estudiar cuestiones de actualidad y “ver” sus efectos en la sociedad. Luego “juzgan” qué pueden hacer y “actúan” en consecuencia. “Es posible disentir solo, pero es mejor hacerlo juntos”.
Con objeto de que nadie nos quite nuestro lugar en la sociedad, nos anima a hablar en público. Aunque no seamos expertos en la materia: si nos callamos, nuestras ideas acabarán infrarrepresentadas. Por lo tanto, en vez de esperar a que llegue un experto con su visión del mundo, ha decidido tomar la iniciativa, estudiar ella misma las cuestiones que requieran de su juicio e intervenir en los debates públicos. Puede que no sea la opinión definitiva, pero al menos será la única a contracorriente que escuchen en su ambiente.
Ignacio Flores
Emprendedor y empresario
Otros artículos de Ignacio en el Diario de Almeria aquí, ciudad en la que actualmente reside.
Fuente: Aceprensa
Es interesante conocer la campaña ¡No te calles, cuéntalo! de la Fundación Edelvives.