Recomenzar con optimismo

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Hace unos días un amigo se quejaba preocupado: “En estas vacaciones, no he logrado desconectar y descansar como había planeado”. Efectivamente, muy pronto volveremos a nuestros lugares habituales de residencia y recomenzaremos la vida habitual. Puede parecer una tontería, pero la diferencia entre comenzar y recomenzar es importante. Según el diccionario, comenzar es “hacer que una cosa que antes no existía no ocurría o no se hacía pese a existir”, mientras que recomenzar se define como “reanudar, después de una interrupción, volver a tener lugar”.

A la vuelta de las vacaciones se habla mucho sobre el síndrome postvacacional. Se trata de un trastorno que se caracteriza por una sensación de tristeza, apatía y falta de motivación al incorporarse a la rutina diaria. Aunque puede afectar a todo el mundo, hay personas que presentan un mayor riesgo. Me refiero a las que muestran una resistencia ante la frustración más débil, así como los que no han sabido descansar en vacaciones y/o a los que no les gusta su trabajo por cualquier motivo (por falta de motivación, de ilusión profesional o que no tienen un proyecto profesional concreto).

Para superar estos síntomas o las dificultades que se presentan siempre en las actividades ordinarias, hemos de ser conscientes de que la vida es lucha, que hay que esforzarse para mejorar y tener un proyecto vital que nos lleve a ayudar a los demás. También es importante pensar en positivo y ser optimista.

El psiquiatra Enrique Rojas define el optimismo como “una actitud caracterizada por la tendencia a descubrir más lo positivo que lo negativo y a ver o esperar lo mejor, a pesar de las apariencias”. Ser optimista es como ponerse un “filtro” en la mirada que nos permite ver la belleza de lo bueno, y descubrir lo mejorable para optimizarlo.

Por eso es bueno fomentar el optimismo en la propia familia, porque el ambiente de aceptación, de confianza y cariño hacia cada uno, es lo que nos da seguridad ante la vida, a cualquier edad, y nos ayuda a crecer como personas, ¡con toda nuestra singularidad! Sentirse queridos y querer a los demás.

El egoísmo es el peor enemigo de las relaciones personales, porque quita libertad y la alegría. Amar consiste más en “dar” que en recibir; en estar pendiente del ser querido y descubrir lo valioso que cada persona tiene. Decía Chesterton: “El optimista mira a los ojos, el pesimista a los pies”. El optimista fracasa y recomienza siempre en busca de soluciones.

Este artículo se publicó en el Diario de Almería

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