Respetar a las personas, debatir las ideas

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Hay conversaciones que no se olvidan. Eso me ha pasado en varias ocasiones cuando hablo con mi maestro, figura esta que es frecuente en la Universidad. Un maestro te dirige la tesis doctoral y continúa su ayuda para tu desarrollo como profesor universitario.  En la ocasión a que me refiero, fue sobre la verdad. Me decía que el universitario tiene que ser amigo de la verdad, porque la busca de manera sistemática y se relaciona constantemente con ella con frecuencia, sea cual sea la disciplina en la que trabaje. Ahora bien, hay que respetar a quienes piensan y opinan de modo diferente. Es imposible saber todo de todo y de todos.

Tenemos que convivir con el desacuerdo en la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo y siempre existirán diferentes opiniones sobre la misma realidad. Lo que es cóncavo para uno, es convexo para el que contempla esa realidad desde otra perspectiva. Cuanto más dogmáticamente afirmamos un concepto, más controversia creamos. Es lógico que haya diferencias de opinión o de actitud respecto de una cosa, que haya disconformidad, incluso total desacuerdo. Se puede y se debe hablar de todo y con todos. Pero hay que hacerlo de manera que esos posibles conflictos no deterioren la paz y la comunicación. Te cuento mi experiencia.

Primero hay que saber escuchar, ya sé que no es fácil. No solo hay que guardar silencio exterior mientras la otra persona expone sus puntos de vista. Hay que tener también silencio interior para evitar distraernos de lo que nos están diciendo y, para ello lo mejor es poner atención y cariño, a la vez, hay que ponerse en lugar del otro. Hay que respetar a las personas y debatir sobre las ideas.

Lo mejor para lograr un buen clima de intercambio de opiniones diversas e incluso contrapuestas, es la de humildad: hay que partir de la base de que podemos estar equivocados, nos puede faltar información o tener una visión parcial o deformada de una realidad. Para ser humildes tenemos que ser sinceros con los demás, pero sobre todo con nosotros mismos. Ser conscientes de nuestras limitaciones, aceptar que podemos estar equivocados o que no llevamos razón. Recuerdo el coloquio después de una conferencia con un famoso profesor. Alguien le hizo una pregunta a lo que respondió: perdone, pero no le puedo contestar, todavía no he pensado sobre ello.

Este artículo fue publicado en el Diario de Almería

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