¡Que se puede bailar sin un whisky!

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La idea de que parranda y alcohol son un matrimonio indisoluble ha estado anclada en la mente humana desde la antigüedad, al punto de que el propio Cicerón sentenciaba: “Nadie baila sobrio, a menos que esté loco”. Por ello, el ilustre romano se haría un lío al tratar de desentrañar un aparente oxímoron que hoy, en el siglo XXI, es una realidad en auge: la de las fiestas sobrias.

Lo tendría difícil de entender porque en estas celebraciones no solo se baila con absoluto dominio de la razón, sino que se canta, se hace gimnasia, se practica yoga y mindfulness y, al término, en lugar de irse a “dormir la mona”, cada participante se va a su trabajo, a la universidad o a hacer las tareas diarias. Sí, porque las fiestas comienzan temprano, tanto como a las 6.30 a.m.

Un reciente artículo de The Guardian (“La sobriedad es la nueva embriaguez: por qué los millennials están dejando la movida del bar por la del zumo”) da a conocer cómo, poco a poco, más jóvenes se apuntan a la tendencia de divertirse sin que medie una bebida espirituosa. A la caza de experiencias, la publicación británica se coló en Nueva York en una fiesta de este corte, el evento Shine, y allí conversó con universitarios que, en lugar de “un buen whisky”, se deleitaban con un cóctel de nombre impronunciable pero indudablemente más sano, cuyos ingredientes eran zumo de naranja, cayena, jengibre y aceite de orégano.

Además de consumir estas y otras “pociones” de nombres tan coloridos como “Purple Rain” y “Dr. Feelgood”, los participantes de una fiesta Shine tienen a su disposición comida, música, películas y tiempos de meditación. El formato, que ya cuenta con una versión en Los Ángeles, se presta para agrupar a multitudes de más de un centenar de jóvenes, muchos de los cuales quieren abandonar el alcohol, mientras que otros desean precisamente no tener que olerlo siquiera.

El éxito está asegurado, pues, por fortuna, la idea de que beber aumenta el atractivo personal o de que es sinónimo de madurez, está perdiendo fuerza ante otras circunstancias. “Puedes tener conversaciones más sustanciosas con otros si no estás distraído por una borrachera”, confiesa un estudiante de máster de 26 años. Y es que tener la cabeza “clara” parece ser hoy, como nunca antes, una necesidad.

Continua leyendo el reportaje completo y conoce otras experiencias sobre fiestas sin alcohol y las marcas patrocinadoras.

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