Trato en este post de poner en común tres lecturas que recomiendo: la primera es una obra maestra del psiquiatra austriaco Viktor E. Frankl, “El hombre en busca de sentido”, publicada en Alemania en 1946; la segunda, “La libertad interior”, del religioso francés Jacques Philippe, publicada en Francia en 2002; por último, “Ikigai, los secretos de Japón para una vida larga y feliz”, de Héctor García y Francesc Miralles, publicada en España en 2016.
Y lo hago porque creo que, desde tres experiencias distantes en el tiempo, en el espacio y en el enfoque, se aterriza en elementos comunes que me parecen claves para el desarrollo de cualquier persona.
Frankl: reconocer razones para vivir
Viktor E. Frankl publicó su obra recogiendo su propia vivencia en varios campos de concentración nazis, tratando de responder a la cuestión de qué permitía que algunas personas pudieran afrontar situaciones terribles y sobrevivir a ellas. Explica el autor: “Yo quería simplemente transmitirle al lector, a través de un ejemplo concreto, que la vida tiene un significado potencial en todas las condiciones, incluso en las más miserables”. Esta experiencia dará lugar a la escuela psicológica denominada logoterapia. Gordon W. Allport, profesor de psicología en Harvard, autor de una de las teorías más respetadas de la personalidad y uno de los más prestigiosos intelectuales de Estados Unidos, definió la logoterapia como el movimiento psicológico más importante del siglo XX.
El doctor Frankl solía preguntar a sus pacientes: “¿por qué no se suicida usted?”. Esta pregunta incómoda llevaba a sus interlocutores a encontrar muy diversas razones para vivir, para continuar con ahínco en la lucha diaria. En este sentido, la logoterapia ha sido definida como aquella escuela psicológica que lleva al paciente a encontrar sentido a su vida, a reconocer razones para vivir. Encontrando razones en el presente que dotan de sentido futuro la existencia, la persona puede comprometerse con su vida. El objetivo de las terapias es ayudar al paciente a descubrir y acoger el sentido de su existencia, encontrando en ello un nuevo impulso vital que le ayuda a sobreponerse y a afrontar los obstáculos.
Una de las conclusiones de este acercamiento al sentido de la vida humana es que por muy negativas que sean las circunstancias de la vida de una persona, por mucho que desaparezcan sus realidades más básicas o necesarias, hay algo que nadie puede arrebatarla: su libertad interior para interpretar esa realidad, dotarla de sentido y afrontarla desde su elección.
Philippe: aceptar lo que no hemos elegido
Como recuerda Jacques Philippe en “La libertad interior”, uno de sus extraordinarios ensayos, “la libertad no es solamente elegir sino aceptar lo que no hemos elegido”. Se trata, pues, de acoger y elegir en segunda instancia aquello que inicialmente nos vino sin buscarlo, esforzándonos en dotar de sentido (utilidad, para qué, oportunidad, aprendizaje) aquello que en un primer momento ni esperábamos ni queríamos para nosotros.
Nos recuerda el autor que “el ser humano manifiesta tan gran ansia de libertad porque su aspiración fundamental es la felicidad, y porque comprende que no existe felicidad sin amor ni amor sin libertad”.
Ikigai: nuestro personal sentido vital
Recientemente, cayó en mis manos el libro “Ikigai, los secretos de Japón para una vida larga y feliz” y me apasionó su lectura, no solo por la investigación que los autores hacen sobre la longevidad en aquel país oriental y sus causas, sino por los puntos de encuentro con lo anteriormente tratado.
Más allá de las muchas fórmulas concretas que propone para una vida plena, me quedo con resumen que se plasma en el diagrama de Marc Winn, modelo que puede ayudarnos en el diagnóstico, la reflexión, el descubrimiento y la planificación de nuestra vida. Todo converge en un sereno descubrimiento y en una firme elección del personal sentido vital, del ikigai.
En la cultura japonesa cada persona tiene su ikigai, su razón de ser. Hay que buscarlo, descubrirlo, cultivarlo, potenciarlo. Es un bien interior, relacionado con la personalidad, con los intereses y gustos, con el entorno al que estamos vitalmente unidos, con la personal vocación y con la huella que queremos dejar. En resumen, es la razón que nos motiva a levantarnos cada mañana.
Ikigai es, además, el espacio de encuentro entre aquello que amamos, lo que sabemos hacer bien, lo que los demás necesitan y aquello de lo que podemos vivir.
Estos elementos se cruzan creando un paisaje muy sugerente. Incluyo el diagrama tomándolo del citado libro. Con mi “gorro” de consultor lo considero desde ya como una pequeña joya, una herramienta utilísima para abordar el desarrollo, especialmente en su faceta profesional.
(Nota: el diagrama de Ikigai es una adaptación del original en inglés de Toronto Star realizado por Strambotic/Público).
Fuente: Blog TantoQuanto