¿Soñar o emprender?

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En la primavera de 2019, ese año en el que vivíamos sin saber lo que se avecinaba meses más tarde, quedé con un compañero de mi anterior trabajo. Ambos fuimos directivos del mismo banco comercial. Ese mediodía quedamos en la barra de una cafetería. ¡Qué tiempos! Tras saludarnos, le conté que estaba muy contento en mi nueva responsabilidad, que había descubierto una manera mejor de acompañar a los clientes, mediante el asesoramiento financiero y de ayudarles a conseguir sus metas. Entre cervezas y unos generosos pinchos de tortilla española, me dijo que estaba desanimado, que le habían cambiado de destino y de funciones varias veces, en apenas cuatro meses y, que esperaba que le despidieran, como a mí.

Tras un breve rato donde alternamos los mejores recuerdos, de anteriores destinos, mientras dábamos buena cuenta de nuestros pinchos, me comentó que estaba pensando en emprender. Que le parecía una buena opción y que, al igual que yo, unos meses antes, quería dar el paso de trabajar por cuenta ajena a hacerlo por cuenta propia. Me comentó que quería montar un taller de reparación y “customización” de motocicletas. Ambos teníamos moto, y las utilizábamos para las visitas a clientes en Madrid y, ocasionalmente, para alguna ruta de fin de semana o en vacaciones.

En ese momento, tras dejar mi vaso de cerveza, le comenté que no tenía ni idea que supiera de mecánica de motos, de motores, electrónica o chasis y me respondió que siempre le había gustado, aunque no sabía casi nada, pero que podía aprender. Me comentó que por su barrio no había ningún taller y que le gustaría estar dentro de unos años como dueño de un flamante y exitoso local donde arreglar y rediseñar los vehículos de dos ruedas.

Mi amigo, digamos que se llama Carlos, soñaba con salir de una situación incómoda, en un trabajo que no le motivaba y en el que no se sentía valorado. Para evadirse de esa infelicidad, había decidido soñar. Tenía un sueño que no le llevaba a su objetivo: abrir un taller de motos, porque ni estaba preparado, ni seguía un método, ni lo estaba llevando a la acción.

Le animé a que avanzara, puesto que, para emprender, además del sueño, debía entrenar duro y formarse (Preparación), conocer la forma de trabajo de los profesionales del sector (Método) y ponerse en marcha con un plan de negocio (Acción).

Emprender puede empezar como un sueño, pero es mucho más que eso: son horas de trabajo, pasión, esfuerzo y dedicación, capacidad de resistencia cuando las cosas no salen como estaban previstas y alguna noche en la que te despiertas, porque te queda todo por hacer.

Carlos y yo nos hemos visto, recientemente. El sigue soñando, aunque cada vez más deprimido en el trabajo que no le gusta, a cambio de la nómina. Por mi parte, le despedí con una sonrisa, le di ánimos y le dije: “soy feliz en mi profesión, trabajando para mis clientes”.

Fernando Elvira González

INSTITUTO SUPERIOR DE MARKETING Y SERVICIOS

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