Tetrapléjico y defensor de la vida

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“Lo que más nos admiraba a los que estábamos con él, era que, a pesar de sus limitaciones, disfrutaba con pequeñas alegrías, por ejemplo, tomar el sol, las comidas del jardín, bajo la palmera; con los documentales de naturaleza, con las setas y, por supuesto, con el Real Madrid. Así describía a D. Luis de Moya, uno de los estudiantes que le cuidaba en sus últimos años de vida.

D. Luis falleció en Pamplona en el 2020. Tenía 67 años y llevaba 29 en una silla de ruedas. Capellán de la Universidad de Navarra, el 2 de abril de 1991 sufrió un grave accidente de tráfico a consecuencia del que quedó tetrapléjico. A pesar de su severa discapacidad, continuó con sus tareas pastorales con enorme serenidad, paciencia y buen humor. En esos años, tuve la fortuna de conocerle y tratarle. Era una persona de carácter activo, recio y austero. El accidente supuso para él un cambio de vida que describió así en una de sus entrevistas: “Me siento como un millonario que ha perdido solo 1.000 pesetas, porque puedo hacer lo más importante para un ser humano: pensar y amar. Además, tengo la capacidad de sentirme amado”.

Fue un decidido defensor de la vida humana, también en situaciones de incapacidad como la que él mismo padecía. Su postura sobre la eutanasia era clara. Ante la pregunta sobre qué hacer ante un enfermo terminal, Luis de Moya contestaba: “Ayúdale a que no sufra, ayúdale a morir, no lo mates. Acompáñalo. Quita todo el dolor que puedas. El primero el físico, y luego sobre todo el moral, que es el más duro, la soledad, la sensación de inutilidad que pueda tener… enséñale que es hijo de Dios”.

En 1996 contó su experiencia vital en el libro “Sobre la marcha: confesiones de un tetrapléjico que ama profundamente la vida”, en donde relata su experiencia personal de los primeros cinco años (1991-1996), desde que se quedó tetrapléjico. Cronológicamente, narra los nueve meses pasados en la Clínica Universitaria de Navarra. En 2000 creó Fluvium, un portal católico con una marcada finalidad evangelizadora. Las novedades del portal llegaron a cien mil suscriptores repartidos por todo el mundo. Recibía cientos de mails de gente que contactaba con él para pedir consejo o recibir una palabra de consuelo.

Con el paso del tiempo, su estado físico se fue deteriorando, a pesar de los esfuerzos generosos, constantes, de quienes lo cuidaron. Nunca perdió la alegría. Su vida resultaba dura, sacrificada y monótona solo para quienes la mirábamos de fuera, no para él. Vivía como un buen hijo de Dios, confiado en los brazos amorosos del Padre.

Te dejo un fragmento de un vídeo sobre D. Luis. La versión completa aquí 

Este artículo fue publicado en Diario de Almería

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