¿Vale la pena decir la verdad?

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La imagen es una de las cosas más valoradas hoy en día. Las fotos en redes sociales, los títulos o los logros priman muchas veces más que el corazón y la verdad de la persona. Sin embargo, hay que convencerse de que para ser feliz es necesario ser coherentes y para eso, el nuevo libro del Dr. Fernando Sarrais «Auténticos. El mejor camino para ser feliz» (Ed. Palabra) nos muestra una clave de madurez: vivir de acuerdo con lo que cada una y cada uno es.

La necesidad de saber impulsa a conocer con veracidad qué son las cosas, cómo son las personas, quién es uno mismo, y cuál es la finalidad de la vida y cuando alcanzarla. Con el conocimiento verdadero de la realidad se puede acertar a vivir bien, y así evitar los errores y los conflictos que hacen sufrir y pueden causar la enfermedad y hasta la muerte.

El descubrimiento de una verdad produce alegría, y el amor impulsa a trasmitirla a los seres queridos para que también se alegren. Este fenómeno psicológico está en el origen de las instituciones de enseñanza, de la literatura, de los diversos medios de información y de la red de internet, que sirven para extender el conocimiento de la verdad. En cambio, no sentimos la necesidad de transmitir la mentira, que a veces se difunden porque se piensa erróneamente que son verdad o por el interés de engañar a los demás para que actúen en beneficio de los que los difunden.

Esta necesidad y deseo de verdad se manifiesta también en diversas experiencias psicológicas, como, por ejemplo: el malestar y el rechazo que producen la mentira, el error, la ignorancia y todo lo que no es verdadero. Otro ejemplo que manifiesta la natural atracción por la verdad es el malestar y el conflicto interior que producen los modos de vida inauténticos o falsos: una vida de aparente fidelidad a una persona, al mismo tiempo que se lleva una vida de infidelidad con ella, como ocurre con una persona casada que tiene a la vez un amante; una vida de aparente honradez, al mismo tiempo que se lleva una vida oculta de corrupción, etc.

Todo lo que satisface una necesidad obtiene el calificativo de valioso y es apreciado, admirado y deseado. Lo contrario ocurre con lo que deja insatisfecha cualquier necesidad. Por esta razón, las cosas y personas auténticas (verdaderas) son estimadas y queridas, y producen felicidad cuando se poseen. Por el contrario, las personas y las cosas falsas producen frustración, ira, rencor y rechazo. Más vale decir una verdad que duela, que una mentira que ilusione.

 

Este artículo se publicó en el diario de Almería

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