Del latín plagium, el término plagio menciona tanto la acción como el efecto de plagiar. Este verbo, por su parte, hace referencia a copiar obras ajenas, por lo general sin autorización o de manera encubierta.

El plagio, por lo tanto, es una infracción del derecho de autor. El creador de una obra, o quien posee los derechos correspondientes, sufre un daño por estas copias ilegítimas y está en condiciones de exigir un resarcimiento.

Básicamente, existen dos formas de plagiar un trabajo: realizar copias ilegítimas de una obra protegida por los derechos de autor o presentar una copia y hacerla pasar por un producto original. Ambas acciones dan derecho a los perjudicados de llevar al infractor a juicio, y las consecuencias suelen consistir en la imposición de distintos tipos de multas y sanciones.

El plagio también se presenta en la Universidad, especialmente en las fotocopias de libros, en los informes de un trabajo de clase, de un Trabajo Fin de Grado, tesis, etc.
Como es lógico, las universidades están tomando medidas y han adquirido diferentes Programas informáticos, que constituyen un verdadero antídoto contra copiones.

Hace unos días me he tropezado con la tercera persona, que siendo alumno de estudios universitarios, me comenta su indignación por la forma en que algunos compañeros aprueban y por el fraude que esto supone.

La historia se está repitiendo en muchas Universidades españolas (no en todas, ciertamente, ni en todos los Centros, ni en todas las asignaturas) y consiste básicamente en que en los exámenes tipo test o por escrito, sencillamente el alumno aprovecha para hacer subrepticiamente una foto desde su smartphone de las preguntas y enviarla al exterior, donde un tercer alumno o incluso alguna Academia de avispados sinvergüenzas se encarga de confeccionar rápidamente las respuestas y reenviarla al grupo de WhatsApp o individualmente a los alumnos que están “en el ajo”. Y en ese momento, basta con acudir al sistema clásico de copiar de esta “chuleta tecnológica” que es la pequeña pantalla, con el añadido de lo manejables que son los teléfonos móviles. El aprobado está servido.

Esta situación es intolerable e invito a que las autoridades académicas españolas, que no lo hubieren hecho ya, tomen cartas en el asunto.

1.  Veamos las razones para frenar esta infame práctica de la “chuleta electrónica” que se da en cuestionarios tipo test y exámenes de contenido memorístico por escrito.
  – Se está tolerando una conducta de falsedad, éticamente intolerable en quien tiene la fortuna de ser alumno de una institución de educación superior.

–  Quien aplica un método ilegítimo para aprobar un examen, seguirá ese método en el resto de las asignaturas e incluso en la vida fuera de los muros universitarios.

Se está burlando de los compañeros que se esfuerzan y sacrifican tiempo y energías en el estudio. Además provocan el aumento del nivel de rendimiento lo que puede llevar a que quien no se sirve de estas artimañas y demuestre un rendimiento justito quede eliminado.

Se está engañando a la sociedad que recibirá a alguien titulado como cirujano, economista o abogado, por ejemplo, y que realmente tiene enormes vacíosformativos. O sea, se ofrecerá gato sarnoso por sana liebre.

Se está incidiendo negativamente en la reputación y rendimiento de la Universidad, y con ello, al conjunto del sistema educativo.