Hoy más que nunca hay que estar bien alerta. Y cuando de estar alerta se trata, la capacidad de atención es crítica. En ‘La nueva desinformación’ (Editorial UOC), Ignacio Jiménez Soler disecciona veinte elementos que influyen en esta herramienta fundamental de desestabilización de sistemas políticos que impacta en nuestra forma de consumir y en la manera en que vemos y entendemos el mundo.
Está en tu mano. Está en la mano de cualquiera de nosotros. La única herramienta que tenemos contra la avalancha de consignas, contra el rodillo avasallador de los contenidos, contra las noticias falsas y contra los contenidos y las informaciones interesadas es nuestro esfuerzo. Un esfuerzo que impulse la curiosidad, la documentación, el contraste de los datos y no aceptar nada a la primera de cambio como algo verdadero o absoluto. Se trata de deconstruir lo que percibimos, preservar nuestra capacidad de atención, relativizar, resistir la embestida y, a partir de ahí, acuñar criterios, no solamente opiniones.
Esto que estamos viviendo, la ultraemisión de contenidos y mensajes y la desinformación masiva no es un fenómeno nuevo. Lo que es nuevo es la forma en que todo está sucediendo. Hannah Arendt decía: «La deliberada falsedad y la pura mentira, como medios legítimos para el logro de fines políticos, nos ha acompañado desde el comienzo de la era escrita» (Berga, 2018). El uso de la mentira como medio justificable para alcanzar objetivos políticos o para apuntalar la raison d’état es parte consustancial a la praxis del poder político.
El hilo conductor de la manipulación (o el intento de manipulación de las percepciones) como algo inherente al poder político, ha dejado enormes espacios descuidados que han ido ocupando otras tipologías de poder, especialmente el económico y el empresarial. Cuando un estado se torna gordo y débil, y no delgado y fuerte, esa debilidad encuentra su antónimo en empresas con un enorme peso estratégico y de gran influencia en la vida de las personas. Este fenómeno ha propiciado que el eje de la desinformación no sea un eje único atravesando el poder político. Hoy atraviesa de igual manera el económico y el empresarial. La guerra de consignas para desestabilizar a grandes compañías, la continua injerencia de spin doctors al servicio de marcas y gobiernos para influir en la dinámica económica de determinadas empresas, la desestabilización como elemento agit-prop se convierte en acicate para los intereses de un gobierno o de una zona con determinado peso geopolítico. Es el sino de nuestros días.
Los intentos de incidir en nuestras percepciones por parte de los poderes políticos aún no han cesado y no lo van a hacer. Lo que sucede es que ahora los intentos de influir en nuestra percepción se han multiplicado exponencialmente y concurren los procesos de influencia política, económica, empresarial y personal. Ojo, esta es la más inédita y su efecto es uno de los más difíciles de predecir. ¿Por qué? Básicamente, porque la influencia personal fruto de las posibilidades de desintermediar a los canales oficiales y oficialistas que ha traído internet ha fragmentado los nodos de emisión y de percepción, y las reacciones pueden ser de naturaleza muy diferente. Las razones por las que este nuevo tipo de influenciador emerge suelen responder a razones puramente narcisistas, otras veces pedagógicas, muchas veces ideológicas y, sea cual sea su morfología, tanto unos como otros son capitalizados puntual o regularmente por marcas e incluso nodos de poder clásico.
Cuando esto no ocurre y el influenciador de turno funciona por motivos puramente personales o económicos, el efecto más nocivo es el de reemplazar al que antes ostentaba la televisión, el de entretenimiento masivo o el de adocenamiento en torno a una propuesta que puede ser más o menos nociva, más o menos útil o más o menos adoctrinadora.
En cualquier caso, sea cual fuera el nodo desde el que se emite, hoy más que nunca hay que estar bien alerta. Y cuando de estar alerta se trata, la capacidad de atención es crítica. Imaginemos a un vigilante cuya capacidad de atención, como la de cualquiera, es limitada, que tenga que discriminar lo verdadero de lo falso de entre decenas de nodos de emisión. Le resultaría muy difícil acertar con su diagnóstico antes de tomar una decisión. […]
Las principales herramientas contra la manipulación son el conocimiento del contexto, la educación y el esfuerzo personal. La combinación de las tres, nos permitirá forjar criterios que nos harán menos vulnerables. No seremos invencibles, pero el criterio siempre aguanta más que la opinión y es el principal agente disolvente contra la desinformación. Cuando hablamos de batallas largas y complejas (y esta que estamos librando es larga y compleja) la mejor forma de ganar es el uso intensivo de las tres.
Este es un fragmento de ‘La nueva desinformación. Veinte ensayos breves contra la manipulación‘, de Ignacio Jiménez Soler (Editorial UOC).
Fuente: ethic